Barack Obama, en la mira
Por: Sergio Otálora Montenegro
Miami.- Lo tienen fichado. Está en la mira. Ya lo dijo en días pasados un columnista del Nuevo Herald: Obama se parece a Chávez y a Fidel, es populista, y con seguridad las Farc estarían contentas si llega al poder.
Las alarmas están prendidas en la derecha radical estadounidense, y en los reductos de la intelectualidad hispana más reaccionaria que reside en la Unión Americana: un lobo con piel de oveja podría ser el próximo inquilino de la Casa Blanca, anuncian a los cuatro vientos. El escándalo se desató cuando, a través de videos puestos en YouTube, fueron revelados apartes de incendiarios sermones del Reverendo Jeremiah Wright, de la Trinity United Church of Christ, congregación a la cual pertenece Obama y en la que se hizo católico bajo la tutela de dicho pastor.
Durante varios días, una y otra vez, esos fragmentos de discursos recorrieron sin tregua los espacios noticiosos norteamericanos como la mecha de una bomba que explotó en las manos de Obama. Todo el mundo se hacía la gran pregunta: ¿cómo es posible que un candidato con grandes posibilidades de ser el próximo presidente de Estados Unidos, que se ha presentado como el adalid de la unidad y de la moderación, haya estado vinculado durante veinte años a esa iglesia, y compartido en lo espiritual y lo político los valores del Reverendo Wright, un tipo que es visto como un radical, racista y venenoso?
Ante semejante reacción, el precandidato, quien se enorgullece de ser el hijo de un hombre negro de Kenya y una mujer blanca de Kansas, decidió afrontar la situación y pronunciar un discurso que ha sido comparado, por su profundidad y significado, con el “Tengo un sueño” de Martin Luther King.
En su exposición confronta a la sociedad norteamericana con su gran fantasma histórico: el racismo. Explica, de manera directa, por qué decidió acogerse a esa iglesia y seguir, en su fe, al pastor Wright, a quien critítica de manera vehemente por sus comentarios salidos de tono pero, sobre todo, ajenos a la realidad norteamericana del siglo XXI. Describe cómo, en los servicios religiosos de su comunidad, hay de todo: risas, cantos, gritos, rabia, esperanza y, también, los prejuicios y los resentimientos de los afroamericanos. Y exalta la labor de su guía espiritual, a quien se refiere como un viejo luchador comprometido con su pueblo y con sus necesidades.
La manipulación de todas maneras ha seguido su curso, y uno no entiende cómo en una sociedad tan abierta como la norteamericana, existen políticos, periodistas intocables y líderes sociales a quienes les parece repudiable, y casi una traición a la patria que merecería castigo, que un pastor o un candidato hagan uso de sus libertades y expresen, sin cortapisas, y en paz, lo que piensan. El argumento que esgrimen es truculento: si Obama siguió a su pastor durante veinte años, ergo es igualito a él. Es decir: peligroso y explosivo.
Ahí, precisamente, se anida uno de los grandes demonios que persigue a Estados Unidos: la existencia de importantes sectores de derecha hirsuta, intolerantes, fundamentalistas, que no aceptan que su país sea criticado de ninguna manera, y que señalan, como un gran pecado, que cualquier dirigente que quiera ser presidente tenga “antecedentes” izquierdistas. Entonces, se inventan todo tipo de tácticas de desprestigio, la mayoría de ellas sucias, movidas además por una poderosa maquinaria mediática.
Obama está en la mira. Y el debate electoral se ha polarizado al extremo de que si no es Hillary Clinton la elegida por la convención para ser la candidata oficial de los demócratas, un 28 por ciento de sus simpatizantes preferiría votar por Mc Cain, el republicano, según una encuesta reciente realizada por Gallup.
El resultado del escándalo es devastador. Ha hecho muy vulnerable al candidato afroamericano a la segura virulencia de la propaganda republicana. Si logra derrotar a la ex primera dama en las primarias, sin duda escarbarán en su pasado, y encontrarán más videos, más declaraciones, más testigos para venderle la idea, al miedoso y voluble electorado gringo, de que Obama es un izquierdista (e incluso musulman disfrazado) que le entregará el país a los terroristas.
Algunos preguntaban, al inicio de este largo proceso electoral, si Estados Unidos estaba preparado para tener una mujer o un negro al mando de la única potencia universal supérstite. Nadie lo sabe. La pelea se ha vuelto tan punzante, en el interior de un mismo partido, que los pronósticos no son nada alentadores: John McCain se fortalece. Y aparece el espectro de la derrota demócrata. Absurdo: nunca antes se habían dado el lujo de tener dos candidatos que, en sí mismos, ya hicieron historia.
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