Raúl Isaías Baduel: El fantasma de Pinochet cabalga
Felipe de J. Pérez Cruz
Rebelión
El pasado 5 de noviembre, el general de división retirado y ex ministro de defensa de la República Bolivariana de Venezuela Raúl Isaías Baduel, se pronunció contra la reforma constitucional que impulsa el Presidente Hugo Rafael Chávez Frías. Y no solo manifestó su desacuerdo, sino que lo hizo en forma beligerante, con fuerte cuestionamiento de fondo y tono evidentemente sedicioso.
Los venezolanos han podido seguir con más elementos la carrera de Baduel al mando de unidades militares, después en la jefatura del Ejército y del Ministerio del Poder Popular para la Defensa. Quienes no vivimos dentro de Venezuela, recordamos al general que ocupó planos estelares en la prensa, en abril del 2002, cuando dirigió la resistencia antigolpista y la restitución del Presidente Hugo Rafael Chávez Frías. Nuevamente Baduel fue noticia en el pasado julio, cuando se publicitó bastante su discurso de despedida como ministro de Defensa. Ya aquel discurso nos alertó sobre cómo pensaba, y qué podía esperarse de aquel general que se auto imponía “un tiempo de reflexión”.
Después del 5 de noviembre los sectores contrarrevolucionarios, gozosos de la deserción del general retirado, han intentado cualificar sus esperanzas, con intentos mediáticos tendientes magnificar su real influencia en los acontecimientos pasados y futuros. A este realce de la figura de Baduel no han sido ajenos ciertos analistas que públicamente situados en la izquierda, piensan y actúan con un oportunismo que cada vez hace más evidente su distanciamiento del proyecto revolucionario.
Sin dudas el ex ministro de defensa es un oficial de reconocidas cualidades de mando y ascendencia sobre las tropas leales al Presidente Chávez, que gozaba de la simpatía de las masas bolivarianas. Pero lo que se trata de obviar es el hecho de que tal ascendencia, su actividad político militar y hasta sus ascensos como general, han estado signados por el vínculo con el proyecto revolucionario y la personalidad histórica de Hugo Chávez. En la cercanía de la batalla ideológica y política del plebiscito del próximo domingo 2 de diciembre, no resulta un mal ejercicio intentar explicarnos al general Baduel en la complejidad de la coyuntura. Junto al hombre, a la personalidad, nos interesa asomarnos a la naturaleza de su migración contrarrevolucionaria, a sus falaces propuestas, a su ausencia de eticidad.
Raúl Isaías Baduel
Egresado como Licenciado en Ciencias y Artes Militares, Raúl Isaías Baduel (6 -7- 1955), fue uno de los jóvenes oficiales que Chávez reclutó para las ideas revolucionarias cuando era capitán de paracaidistas (1). El entonces teniente Baduel lo acompañó el 17 de diciembre de 1982 en el Juramento del Samán de Güere, hecho bajo la invocatoria del Libertado Simón Bolívar en el Monte Sacro de Roma, 177 años antes. Baduel participó del movimiento revolucionario con Chávez, asistió a las reuniones conspirativas, pero se mantuvo al margen de los movimientos insurreccionales del 4 de febrero y del 27 de noviembre de 1992 por discrepar de la oportunidad para la acción. Como ha afirmado salió ileso de las persecuciones que se desataron, la jerarquía militar desconfiaba de él por sospechar su vínculo con los revolucionarios, mientras muchos de sus compañeros de conspiración lo consideraban un desertor. Sin embargo esta distancia le permitió mantenerse en la institución armada y ascender los últimos tramos del coronelato, mientras Chávez y sus otros compañeros oficiales conocieron cárceles, exilios y persecuciones.
La desconfianza que existía sobre el oficial Baduel, le condujo a ser relegado a puestos secundarios y misiones de estudio, trataron de presionarlo para que solicitara su retiro, pero el oficial resistió el embate, y aprovecha la oportunidad para superarse y concluir estudios de maestría. A pesar de acumular la preparación y la antigüedad requerida, no se evalúa por el mando su ascenso a general. En estas circunstancias se produce en 1998 el triunfo electoral de Chávez, y al llegar a la presidencia su antiguo líder lo llama para que trabaje directamente con él. En el cargo de secretario personal de Chávez, en julio de 1999, Baduel es promovido a general de Brigada. A su solicitud personal el presidente lo designa, un mes después, comandante de la 42 Brigada de Infantería de Paracaidistas, en Maracay.
Cuando la intentona golpista de abril del 2002, Baduel desempeñó un papel protagónico en la resistencia antigolpista en Maracay, las operaciones para restituir al Presidente y su rescate de la isla caribeña de La Orchila en la madrugada del 14 de abril (2). Tras el retorno de Chávez, Baduel se convirtió de hecho en uno de los jefes más prestigiados de las Fuerza Armada, y alcanzó un amplio reconocimiento del movimiento político que sigue a Chávez, de las organizaciones sociales y de los trabajadores. En julio del 2002, el Presidente nombra a Baduel comandante de la Cuarta División Blindada de Infantería, también con sede en Maracay, de hecho la segunda plaza en importancia del ejército venezolano. Luego vendría su traslado a Caracas, y su nombramiento de Comandante General del Ejército desde enero de 2004 hasta julio de 2006 y el nuevo ascenso a general de División. El 24 de junio de 2006 es ascendido al rango de general en jefe y nombrado Ministro del Poder Popular para la Defensa.
Abril del 2002
Abril 11-14 del 2002 centra la biografía político militar de Raúl Isaías Baduel. Se dice con frecuencia que Baduel como comandante de la 42 Brigada de Infantería de Paracaidistas, en Maracay se puso al frente de la llamada "Operación rescate de la Dignidad", que condujo al rescate y restitución del Chávez como Presidente constitucional del país. Resulta entonces importante hacer las precisiones que el caso demanda.
La posición del general Baduel y de las tropas paracaidistas en Maracay, su negativa a plegarse a los golpistas, fracturó la cadena de adhesiones planificada por los generales complotados, y dada la trascendencia política de la unidad y su real importancia en el dispositivo militar del país, constituiría un punto de inflexión en la sedición. No sería descabellado afirmar que de hecho la acción de sus camaradas de armas, al rescatar a Chávez de La Orchila –una isla del Caribe venezolano a unos cien kilómetros de la costa continental-, le salvó la vida al líder del proceso bolivariano, recordemos que al llegar a la isla los militares patriotas, ya estaba allí, en la pista de la base militar, muy cerca de dónde tenían prisionero a Chávez, un misterioso avión con siglas y matrícula estadounidense.
No se puede olvidar que la 42 Brigada de Infantería de Paracaidistas, en Maracay, es la unidad emblemática de la cual partió Chávez el 4 de febrero de 1992, para iniciar la insurrección revolucionaria. Esta fue una gloria combativa que pasó a ser patrimonio de orgullo para los oficiales, clases y soldados paracaidistas. Con la infinita intuición que nace de las masas, ya desde el día anterior al golpe –el 10 de abril- comenzaron a presentarse voluntariamente en las puertas de la brigada de Maracay reservistas de paracaidistas, para ponerse a la orden de combate.
El pueblo también tenía una memoria clara de donde estaban los militares leales. Al desencadenarse los acontecimientos en Caracas, los cuadros de las organizaciones revolucionarias y la población de Maracay y sus alrededores, acudió en masa a la brigada, y sus oficiales y soldados sintieron y ratificaron el apoyo profundo de los venezolanos humildes por la Revolución y el Presidente. El propio Baduel ha testimoniado el clima de combatividad antigolpista que se vivió en aquellas horas dentro de la unidad que dirigía. El rechazo de su oficialidad que vio por la televisión la toma fraudulenta de la Presidencia por el fascista Pedro Carmona, la decisión de resistencia que crecía en uniformados, reservistas, líderes políticos y pobladores presentes, la ratificación de lucha que se multiplicó al conocer el mensaje de Chávez sobre su apresamiento y no renuncia.
En total en apoyo al Presidente constitucional se agruparon en Maracay catorce generales, con el mando de 20 batallones: A favor de Chávez se alinean unos 20 mil hombres, con artillería, tanques, paracaidistas, y fuerza aérea; un conjunto de fuerzas y medios superiores al de los golpistas. Allí se conformó un Comando y un Estado Mayor. El Comando de la Dirección de Operaciones lo sumió el general García Montoya. Baduel fue designado como oficial de operaciones y vocero ante los medios y la población. La dinámica de las operaciones y la actividad comunicacional que le fue ordenada a Baduel, lo convirtieron en la figura más visible de la resistencia antigolpista. Estos son hechos históricos inobjetables donde el general Baduel tuvo un indiscutido protagonismo, pero lo que no resulta serio es reducir el conjunto de los acontecimientos que se precipitan, a la actitud y posición adoptada por uno de los jefes militares que resisten el golpe.
Antes y durante el rescate del jefe revolucionario, la decisión de las masas de defender a cualquier precio la Revolución fue decisiva. El cerco de pueblo al Fuerte Tiuna y al Palacio de Miraflores en Caracas, las acciones de masas en otras partes del país, le hicieron ver claramente, tanto a los golpistas como a todo el Ejército, cual era realmente la correlación de fuerzas que se había desencadenado. Baduel y los oficiales de Maracay, rechazaron a los generales derechistas complotados, que estaban dispuestos a desatar un baño de sangre, y se alinean con los que se opusieron a cargar la responsabilidad histórica de romper el orden constitucional, disparar contra el pueblo e iniciar el camino incierto de una guerra civil. Baduel actuó entonces en cumplimiento de su deber, reaccionó además en acto de lealtad para con su jefe histórico.
Un humilde combatiente se arriesgo para hacer llegar a las unidades militares y al mundo la nota por la que Chávez ratificaba que no había renunciado. Las guarniciones desde el interior del país, al comprender lo que ocurría en la capital, comenzaron a denunciar a los golpistas y a ratificar su compromiso constitucional. Los jóvenes de la Guardia Presidencial retomaron Miraflores, el pueblo hizo huir al falso presidente fascista y a sus generales traidores, y respaldó y cuidó la reorganización del gabinete revolucionario, restaurando la legalidad. Todas estas acciones no niegan el papel desempeñado por Baduel y la importancia del rescate de Chávez, pero la historia no puede ser cambiada a capricho de encumbrar a una figura, desconociendo a los protagonistas fundamentales. El pueblo dispuesto a defender hasta las últimas consecuencias a la Revolución y al Presidente, los oficiales y soldados patrióticos y el acontecer que tal voluntad de lucha desató, son los que otorgan a la resistencia de los catorce generales de Maracay y al rescate de Chávez, su definitiva dimensión histórica.
El aguerrido pueblo venezolano y sus más leales soldados y oficiales, han brindado en estos últimos años al general Baduel la oportunidad de sentirse en alta estima. Lo que al parecer el general Baduel no percibió es que las masas ensalzan y agradecen al soldado patriótico, al general que les devolvió al Presidente; al cuadro de mando que está ejecutando la política revolucionaria, al que desde su alta investidura –asumió como General en Jefe el tema de la guerra asimétrica-, les prepara para resistir y vencer una posible agresión militar del imperio del Norte.
¿Quizás Baduel si entendió el mensaje del pueblo y su ego no quiere aceptarlo? ¿Quizás Baduel lo entendió todo muy bien, y comprende el peligro que el inclaudicable y carismático líder de la Revolución Bolivariana, representa para los intereses que definitivamente decidió servir?
La proclama ideológica de Baduel
Marcado por su vida militar y por una personalidad controvertida, poco se conocía del pensamiento político ideológico del general de división Raúl Isaías Baduel. No obstante hay elementos básicos que se deben precisar en el interés de intentar comprender la actuación del general.
En los años de conspiración dentro del Ejército, su cercanía y amistad con Chávez nunca llegó al compromiso de seguirlo hasta las últimas consecuencias y riesgos. Las explicaciones que ha dado el general por la no participación en los movimientos revolucionarios, ratifican su continuada cautela para comprometerse, la visión de soluciones militaristas, centrada en la evaluación de los medios y fuerzas que se disponían, no en lo que el movimiento patriótico pudiera desatar, en la definitiva y sustantiva movilización popular. Mientras Chávez conceptualiza los acontecimientos del 1992 como un movimiento patriótico y revolucionario, Baduel siguió apegado a su atadura conservadora y los catalogaba como golpes de Estado.
Al calor de su irrupción en la actividad de masas, en cumplimiento de los cargos a los que Chávez fue promoviéndole, el oficial monosilábico, de escasos gestos, se fue desdoblando en discursos y actos políticos públicos, siempre en línea de incondicionalidad a su jefe militar y político. No obstante en las pocas entrevistas o declaraciones de carácter más personal que concedió –la más amplia a los periodistas cubanos Rosa Miriam Elizalde y Luis Báez (3)- se puede apreciar su condición de tecnócrata militar, y la alineación al espectro de pensamiento de la intelectualidad orgánicamente burguesa, que sustentada por los petrodólares, hegemonizó el espectro cultural y universitario del país en la segunda mitad del Siglo XX.
El discurso de entrega del Ministerio de Defensa, por parte del general de división Raúl Isaías Baduel el 18 de julio pasado, fue la primera pieza ideológica completa a la que tuvimos acceso (4). El general se propuso “mostrar su pensamiento frente al ejercicio direccional de los hombres y la estrategia política del Estado, de cara al futuro” y de hecho lo logró.
Baduel nos presentó una filiación cosmovisiva que hace énfasis en los textos del Antiguo Testamento, y que tiene por ética el Código de Bushido, de los antiguos guerreros samuráis. Lo interesante de esta articulación de las dos antiquísimas tradiciones, es como ambas tributan para reforzar una mística militarista de destino manifiesto y honorabilidad castrense. Estamos pues ante una manifestación asombrosamente extemporánea de filosofía escolástica, de un dogmatismo empobrecedor, ya trascendido por la inmensa mayoría de las escuelas teológicas contemporáneas. De la mano de estas declaraciones el general se nos presenta más cercano a los Caballeros Templarios y a los ejércitos del Japón feudal, allá por el siglo XII, que a la más inmediata tradición del Ejército Libertador, de Simón Bolívar en el XIX americano. Con tales herramientas Baduel la emprende contra la “ortodoxia marxista”, y se aventura a autodefinir que es el Socialismo del Siglo XXI.
El general en su discurso de despedida, se detuvo en realizar una crítica severa del modelo del socialismo soviético. No aportó nada nuevo, pero tal énfasis no podía ser gratuito. Era evidente que se refería a cuestiones que le preocupaban sobre el futuro económico y político venezolano, más en momentos en que se realizaba el lanzamiento del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
Baduel se adueña de la crítica reduccionista que pretende enarbolar el concepto de Capitalismo de Estado para atacar las experiencias de rescate de los recursos nacionales por la vía de la nacionalización y la estatización. La precisión del cambio de naturaleza y función de un Estado revolucionario –más en transición socialista- queda en silencio. El general oculta la diferencia sustantiva con el Estado capitalista. El Estado revolucionario no ejerce su dominación sobre el pueblo con fines de enriquecer a una élite de la sociedad, sino que sirve de instrumento a la sociedad organizada para su desarrollo (5).
Coincido con Simón Rodríguez Porras cuando afirma que el ejercicio de dibujar la socialdemocracia de los países desarrollados, sobre el telón de fondo del totalitarismo estalinista demuestra la intención ideológica de los manipuladores, quienes deliberadamente excluyen de la discusión aquellos principios económicos que definen al socialismo: la socialización de la gran propiedad productiva, y una planificación democrática de la economía al servicio de la satisfacción de las necesidades de la sociedad (6).
“No debemos olvidar algo fundamental –nos trata de definir Baduel-: El socialismo es, en sentido estricto, un sistema de producción económica, tal como el capitalismo al que debe sustituir es también un sistema de producción económica”. Este esfuerzo “teórico” del general, no puede sobrepasar el horizonte dogmático –esquemático y estático- en que se inserta su cosmovisión filosófica.
El socialismo no es propiamente un sistema de producción económica. Si un proceso de transición donde hay que desenajenar tanto las relaciones materiales objetivas como las espirituales, de la virulenta presencia del capitalismo. El socialismo como proceso y combate por la desenajenación, transcurre –y triunfa- en la creación de una nueva economía con capacidad para resistir los cercos y las agresiones de los capitalistas e imperialistas, y sustentar las transformaciones de los hombres –y las mujeres- y sus circunstancias. Pero lo definitivo en el socialismo siempre será la creación de una nueva cultura civilizatoria, el desarrollo de una ética de justicia social y dignificación humana. El genera Baduel, como casi siempre les ocurre a los apresurados manipuladores del marxismo, olvida la certera lección de Federico Engels en carta a José Bloch sobre la dialéctica de “la última instancia” (7). Así el “marxismo” del general ni siquiera califica dentro de lo que ciertos intelectuales critican por “ortodoxia marxista”. Baduel no pasa del más vulgar y oportunista de los economicismos.
El propósito evidente de todo el discurso era atacar a Chávez e intentar condicionarlo a su posición conservadora. Pretendía darle lecciones y situarle condicionamientos ideológicos y políticos. “Las costumbres que forma una Educación Social –cita Baduel - producen una autoridad pública, no una autoridad personal; una autoridad sostenida por la voluntad de todos, no la voluntad de uno solo, convertida en Autoridad….”La cita fuera de contexto histórico del maestro Simón Rodríguez, no podía ser más explícita en un escenario donde el tema del pretendido autoritarismo “dictatorial” de Chávez, es una de las puntas de lanzas de la reacción.
“El llamado del Señor Presidente Hugo Chávez –afirma Baduel - a construir el Socialismo del Siglo XXI, implica la necesidad imperiosa y urgente de formalizar un modelo teórico propio y autóctono… Hay que admitir que este modelo teórico hasta los momentos, ni existe ni ha sido formulado y estimo que mientras esto sea así, persistirá la incertidumbre en algunos de nuestros grupos sociales...”De hecho para el general hasta el momento en Venezuela solo se había trabajado “de manera desordenada y caótica”. Su pretendidamente científica tesis de modelación, expresaba con acentuada autosuficiencia el desprecio por la inteligencia y el protagonismo popular.
Las posiciones cientificistas han constituido en las Revoluciones, un lastre tan dañino como el de los prejuicios frente a la labor intelectual, la improvisación y la aridez teórica. La solución pasa por comprender que precisamente la sistematización de las praxis en Revolución, es método y fuente de enriquecimiento teórico para nuevas praxis continuamente enriquecidas. Pero el universo ideológico del general Baduel –como el del asesor que todo parece indicar que tuvo-, no le permite trascender a tal dialéctica, desde las posiciones tecnocráticas y elitistas que manifiesta: Esta dialéctica solo puede existir como práctica en lucha de masas contra el enemigo imperialista, contra el sistema capitalista, como praxis revolucionaria. No caben dudas de que el esquema al que se aferra Baduel, de un socialismo pensado por iluminados y transmitido por estos al pueblo, más que elucubración academicista, tiene un fuerte sesgo conservador, contrarrevolucionario.
Finalizó el general Baduel, con su concepto castrense de la política nacional. La Fuerza Armada es para el general “instrumento de poder para la democracia política, la paz y el desarrollo, cuya actuación se enmarca en el reto que demandan la voluntad nacional y el liderazgo, con miras a la reivindicación de instituciones y procedimientos en beneficio del colectivo nacional”. Ni el pueblo, ni la Asamblea Nacional, ni el Partido en construcción merecían para el general ser tenidos en cuenta como sujetos depositarios de poder. Baduel no puede sacudirse las concepciones profesionalizantes y elitistas –cretinismo profesional satirizaba Carlos Marx-, piedra angular de los ejércitos de la oligarquía.
No puede ser casual que el pensamiento de liberación nacional y continental de Bolívar, sea el gran ausente de la pieza ideológica que presentó Baduel. Ello alerta sobre su falta de perspectiva histórica, sobre su no consideración de la causa latinoamericanista. Deja muy claro su no filiación con el bolivarianismo del socialismo venezolano.
Nada tienen que ver los dislates mítico-doctrinales del general, con los cristianos del bolivarianismo revolucionario, inspirados en la lectura de las obras de Jesús de Nazaret –recogido en el Nuevo Testamento-, en la Iglesia de los esclavos y pobres que se enfrentaban al Imperio romano, que tiene entre sus más legítimos legados latinoamericanos a la Teología de la Liberación. Baudel nos dibujó además un socialismo que calla el rechazo al sistema capitalista, a la explotación del capital, sin antimperialismo. Brinda argumentos y espacio para que se sume el oportunismo de derecha, con fachada de izquierda moderada y “realista”. Fue esta la primera prueba de fuerza de Baduel frente a Chávez. Su debut como pretendida contrafigura ideológica y política.
Sin dudas el discurso del general de división Raúl Isaías Baduel fue una clarificación de su alineación anticomunista y derechista, contrarrevolucionaria. Y no pocos sentimos que la Venezuela deseable que delineó el general y ministro saliente, tenían además un fuerte mensaje subliminar de crítica al proyecto cubano. Tan oscuro discurso bien pudiera ser el camino a una variante de nacionalsocialismo de derecha, a un neofascismo tropical.
Sin mucho esfuerzo podía apreciarse en el documento que presentó Baduel, que el “nuevo modelo político, económico y social de Socialismo del Siglo XXI” que proponía, tanto en sus fundamentos ideológicos, como en su propuesta de ingeniería económica y política, era muy distinto al que impulsaba Chávez. Sin embargo–salvo excepciones- Baduel no recibió entonces la crítica política e ideológica que precisaba. Más bien hubo contemporizaciones e intentos de hallar coincidencias. Este es un error que siempre tiene un precio. Lo cometimos y lo pagamos los cubanos al inicio de la Revolución, y en tal dirección fue muy certera y educativa la autocrítica que realizara el Che Guevara.
El pronunciamiento contrarrevolucionario
Todo parece indicar que el “tiempo de reflexión” que anunció auto imponerse el genera retirado tras abandonar el Ministerio, era el mínimo necesario para cambiar de bando, conspirar, medir adeptos y buscar colocarse en situación. La esperada oportunidad la sintió –o se la precisaron- madura para principios de noviembre, cuando decidió hacer pública su postura.
Algunos promotores de Baduel han tratado de argumentar, que el general había sido excluido del proyecto bolivariano por responsabilidad principal del gobierno. Pero los hechos en los cuatro meses transcurridos desde su salida del Ministerio de Defensa, hablan por si solos: Mientras el general se daba su tiempo de meditación y atención personal -¿de conspiración?-; Chávez y sus compañeros más cercanos, junto a cientos de cuadros medios y de base, el pueblo que los secunda, han seguido al pie del cañón. Creando, peleando contra todas las dificultades –contra sus propias insuficiencias y limitaciones también-, equivocándose a veces, creciendo en la praxis maravillosa de la Revolución, con un balance que a todas luces es realmente positivo, inobjetablemente positivo. Y entre varias posible, hay una pregunta fundamental a hacerse, no solo Baduel, sino todos y cada uno de los que militamos conscientemente en la Revolución: ¿Si por algún criterio humano o divino le excluyen de cargos o posiciones, si por alguna razón –incluidas las aviesas que siempre nos persiguen a nosotros imperfectos seres humanos-, se fractura la relación con unos u otros compañeros revolucionarios, acaso se justifica ir contra el proyecto, contra la propia Revolución?
No puede ser casual que el general se halla pronunciado contra la reforma en momentos en que había echado a andar el nuevo plan para derrocar por el terrorismo al presidente Hugo Chávez. El plan sin dudas facturado por la CIA y los servicios de la inteligencia militar del Pentágono, prevé nuevas acciones de desestabilización interna. Que cuenta con los millones que moviliza la oligarquía para pagar a los grupos de desclasados y pandilleros profesionales, siempre prestos al mercenarismo vandálico. En plena inteligencia con la situación creada, el general Baduel decide salir de su “reflexión” a menos de un mes del plebiscito. No fue a Miraflores a conversar con Chávez. Hasta donde sabemos no solicitó una reunión con los compañeros que integran los equipos de trabajo del Gobierno y el Partido en construcción. Optó por citar una exclusiva conferencia de prensa, solo para los medios y partidos políticos de la derecha y la extrema derecha. James Petras ha denunciado con acierto el carácter contrarrevolucionario y golpista de la “disidencia” del general retirado. Ha alertado también sobre los peligros de la convocatoria sediciosa que se le realizó a las Fuerzas Armadas en esa rueda de prensa del día 5 de noviembre (8).
Baduel invitó a los venezolanos “a no dejarse engañar” por Chávez. Dijo además que "de aprobarse la reforma constitucional se estaría consumando en la práctica un golpe de Estado”. Con ello hace buena tarea integrándose al plan de medidas activas del terror, propaganda anticomunista y guerra psicológica en curso, para amedrentar a los sectores medios y pequeñoburgueses, y desinformar y prejuiciar a grupos proburgueses.
El general retirado al mismo tiempo que denigra de las instituciones democráticamente electas, recomienda a los militares que “reflexionen sobre el contexto de la reforma constitucional”, que “evalúen cuidadosamente” los cambios que el gobierno electo propone “de manera apresurada y mediante procedimientos fraudulentos”. Baduel incita a la acción golpista con halagos “no se puede menospreciar la capacidad de análisis y de razonamiento de la Fuerza Armada”, afirma demagógicamente.
“Este Proyecto de una nueva Constitución –criticó Baduel-, promueve la polarizacion y contribuye al enfrentamiento entre los venezolanos, siendo absurdo tratar de fabricarla en torno a una ideología, debiendo ser esta un pacto social de máximo consenso amplio entre todos los venezolanos, si no es así, una amplia mayoría no aceptará y tratará siempre de cambiarla aunque deba acudir a vías violentas para hacerlo”. Con enfoques como este, Baduel miente a sabiendas sobre las causas de la polarización, que no son otras que los intereses antinacionales y capitalistas de las clases oligárquicas y burguesas aliadas del imperio; propone un pacto social para un “todos” que incluye a los enemigos del pueblo venezolano, que es de hecho una rendición. Baduel extorsiona con la violencia, la justifica y definitivamente la sustenta como solución.
Se hace evidente que el general en retiro y quienes lo incitan a pronunciarse así, actúan con una gran irresponsabilidad, con un gran desprecio por el destino del pueblo venezolano, con absoluta falta de ética. Se alinea y justifica entonces el general, hechos vandálicos como los acaecidos en la Universidad Central, y brinda la justificación para la revuelta contrarrevolucionaria que intentará negar el próximo triunfo del 2 de diciembre.
Las masas bolivarianas de inmediato comprendieron la situación y expresaron en firmes y coloridas demostraciones, su rechazo a la postura de Baduel y el respaldo incondicional a Chávez. Altos oficiales venezolanos en retiro, se colocaron rápidamente junto al Presidente y repudiaron la posición opositora asumida por el general retirado.
Ante la provocación el presidente venezolano Hugo Chávez actuó con firmeza y claridad meridiana. Calificó al general Baduel como "traidor y peón de la derecha". Para el líder bolivariano el general había emprendido un acto de traición, que realiza además con inusitada beligerancia, hasta por "la forma, las expresiones y el odio en el lenguaje gestual”. "La extrema derecha consiguió una nueva ficha –afirmó Chávez-. Se traiciona a él mismo y al prestigio que había alcanzado en el imaginario popular", sentenció el líder revolucionario. También puntualizó que confía en la Fuerzas Armadas, y descartó que la actitud del general, provoque ecos en la institución, "salvo en pequeños grupos" de militares.
Las evaluaciones en curso
No se cuestiona el derecho a discrepar, apreciar problemas en el funcionamiento del Gobierno, en el liderazgo de Chávez, aún en el propio proyecto socialista. No todos en Venezuela tienen que estar de acuerdo en puntos y comas, con lo que dice y hace el máximo conductor del proceso. Los líderes también precisan del debate de sus tesis, no están exentos del error, ni de perfeccionar sus criterios, mejorar sus métodos y estilos de trabajo. Hay en este sentido varios debates abiertos dentro del bolivarianismo, pero una cosa es buscar el perfeccionamiento, incluso querer avanzar más de lo posible necesario, y otro es perder la perspectiva histórica de qué es lo que está en juego.
Se trata en este caso de no ver la trascendencia del liderazgo de Chávez, en este momento de la Revolución Bolivariana y continental. O de apreciarlo en su dimensión exacta y trabajar en su contra, a favor de los enemigos eternos de nuestros pueblos. Por la reforma pasa hoy el eje de la lucha política en el país. De la victoria en el plebiscito del 2 de diciembre depende que avance o se detenga la Revolución, y en tales coyunturas detenerse, significa un retroceso. La problemática central de base, dada en fijar una constitucionalidad más acorde con las necesidades del momento, mas propicia al avance de las medidas socialistas, guarda una estrecha relación con las dinámicas del más amplio cuadro de las luchas de clases en el país y en la región. En tal dimensión la derrota de las fuerzas oligárquicas e imperialistas tendrá resultados inmediatos y mediatos, sobre el conjunto de batallas que definen la correlación de fuerzas en Venezuela y en América Latina.
Hay analistas que afirman que la posición adoptada por el ex ministro de defensa, ha abierto una fase de incertidumbre que podría tener graves consecuencias para el proyecto popular venezolano. Habría que saber quienes tienen incertidumbre. No apreciamos incertidumbre en Chávez y su equipo de dirección. Tampoco en las masas que los siguen. Si en algunos intelectuales que hasta hace muy poco defendían la reforma, y que sin dudas comparten las motivaciones ideológicas y políticas del general, pretenden siempre jugar a las terceras opciones – eternos defensores de una pretendida libertad de pensamiento, que no casualmente los exime de militancias concretas -, o sencillamente se asustan frente a la agudización inexorable de la lucha de clases.
La expectativa de que una nueva oposición a la Revolución Bolivariana de Venezuela, pueda salir de las propias filas de sus seguidores, ha alentado a los enemigos del proceso a partir del pronunciamiento del pasado 5 de noviembre. Hay quienes sueñan con un pretendido “centro” político, frente o moviendo sectores del bolivarianismo. Sin embargo, el general de regreso, aún con toda la ayuda y apoyo que le pueda brindar los enemigos de la Revolución, aunque logre nuclear a algunos disidentes ideológicos y políticos del proyecto revolucionario, carece de posibilidades para dibujarse una identidad propia. Y cuando utilizamos la categoría posibilidades nos referimos tanto a la razón que no le asiste, como a la oportunidad de la que carece.
Más allá de los posicionamientos ideológicos y políticos de determinados actores, y de los deseos de ser una opción centrista de algunos de ellos, en estas circunstancias, no hay espacio real para una oposición de centro izquierda en Venezuela. El grado de agudización del enfrentamiento clasista no lo permite, la intolerancia de la oligarquía y la reacción venezolana y su funcionamiento como partido extranjero, como satélites de los Estados Unidos, en tanto es el imperio el antagonista principal contra el bolivarianismo y la nación, hace imposible medias terceras posiciones.
Señuelo diversionista
Uno de los señuelos más diversionistas colocado por los articuladores de Baduel, es el de lanzar la posibilidad de una pretendida negociación y reconciliación de Chávez con el general Baduel. Y para ello se ha enarbolado el ejemplo-argumento, de la vuelta al bolivarianismo de Francisco Arias Cárdenas, compañero del movimiento de militares revolucionarios de 1992, quien había abandonado las filas revolucionarias para ser el candidato de la derecha en las elecciones del 2000.
Sin dudas en el complejo escenario venezolano y en la construcción de la política revolucionaria, el Presidente Chávez ha dado muestras de flexibilidad dentro de los principios. La vuelta al bolivarianismo de Arias Cárdenas en marzo del pasado año, su nombramiento en ONU, y recientemente la designación y trabajo en la construcción del Partido en Zulia, es una demostración de la amplitud del proceso y las cualidades del líder, de cómo no lo mueven revanchismos ni personalismos, de su capacidad para tejer la unidad. Si embargo, utilizar esta experiencia para proponer la idea de una posible reconciliación de Baduel y Chávez, en aras de la unidad de todas las figuras y fuerzas que han hecho avanzar hasta aquí la Revolución, es una hipótesis cuya formulación pasa por alto, más que a los protagonistas, a las propias circunstancias que actuaron y actúan sobre ellos. Es hoy por hoy, una hipócrita trampa mediática contra Chávez.
La Revolución bolivariana para el momento de la reincorporación de Cárdenas estaba en un amplio despliegue de sus programas sociales y económicos, con una oposición que aún no salía del trauma de la aplastante victoria del referéndum revocatorio, en proceso de profundización ideológica y política bajo la perspectiva de la declaratoria del camino socialista, hecha por Chávez en el escenario del Foro Social Mundial de Porto Alegre. Por su parte Arias Cárdenas, quien como candidato fue derrotado en la contienda electoral, regresó a las filas chavistas con una digna humildad: Ante los compañeros del chavismo que no aceptaban su vuelta –que continuaban increpándolo como traidor-, incluso cuando fue interpelado por la prensa, asumió como pasadas sus conocidas diferencias con Chávez, indicó como se había ido desmarcado de la oposición desde el 2002, y afirmó estar “retornando a su casa". Ratificó por demás su alineación con el proyecto revolucionario, y el acatamiento a la disciplina de trabajo y a los órganos político gubernamentales de la Revolución.
El momento político que vive hoy el país no es el mismo. Cuando la Revolución se apresta a resistir y vencer una nueva ofensiva contrarrevolucionaria, a días de una votación histórica; el pronunciamiento de Baduel suma argumentos a la labor enemiga. Se alinea inescrupulosamente para la correlación opositora. Baduel se ha caracterizado por demás, por el irrespeto a los órganos legalmente constituidos, el desafío ideológico y político a su compañero de luchas y jefe político militar, por la crítica lacerante, por la actitud beligerante y el desembozado llamado a la sedición. La única puerta que deja abierta el general en retiro es la de ceder frente a su demanda de retirar la reforma. Esto no sería nunca una “negociación” sino una rendición. Es adelantarle el trabajo al imperialismo.
Considerar el futuro de una reconciliación entre Baduel y Chávez es un ejercicio especulativo que en estos momentos carece de la más mínima objetividad. Lo “objetivo” -y lo “subjetivo”- pasa en Venezuela por el cuadro de batallas de clase que realmente se ha configurado. Y hoy por hoy la actuación de Baduel, se ha sumado definitivamente al sabotaje contrarrevolucionario, a la guerra sin cuartel del imperio y la reacción contra la Revolución, al estilo de los generales traidores que lograron aislar a Bolívar y desarticular su proyecto emancipador. A esta altura de los acontecimientos, me parece difícil, pero estoy convencido de que todos saludaríamos una rectificación aunque sea a destiempo de Raúl Isaías Baduel. Su Patria y Nuestra América lo merecen.
La mística de golpista
Los hombres no solo nos movemos por intereses, los temperamentos, los amores, las pasiones, los imaginarios, protagonizan también nuestra biografía e historia. El general de división retirado Raúl Isaías Baduel, nos ha dejado en este terreno evidencias preocupantes.
Como nos explicó en su discurso de relevo del Ministerio de Defensa, el general Baduel se siente un samurái. Pero no puede haber samurái sin daimio y shogun: Eso sería un contrasentido para la ética –el honor- de aquellos soldados mercenarios del Japón medieval. Sin señor y amo, condenado a la vagancia, el samurái se vería obligado al suicidio mediante el harakiri. No vemos a Baduel en actitud de harakiri. Entonces el código samurái nos permite desde esta otra perspectiva, ratificar lo que ya conocemos: El 18 de julio pasado Baduel canceló “su contrato” con su antiguo jefe, y sobre todo con la Revolución y el pueblo venezolano. El 5 de noviembre, nos dio a conocer su subordinación al imperio, se retrotrajo a los tiempos tristes en que como oficial contrainsurgente de un ejército oligárquico, cumplía órdenes directas de la Embajada estadounidense, e intervenía contra los destinos de un pueblo Centroamericano.
Alguien que le es muy cercano ha comparado al general Baduel con el cónsul romano Lucius Quinctius Cincinnatus: ¿La personalidad mística del general, su pasión por la historia de los grandes guerreros, lo colocaran al punto de creer a los interesados aduladores de su ego? ¿Pensará y actuará el general como un cónsul o emperador de la Roma de antes de nuestra era? ¿Sueña con una marcha triunfal para tomar Caracas, “la Roma” de la Revolución Bolivariana?
De lo que no hay duda es que Baduel se armó para dar la batalla. Por eso invocó a Yahvé, el nombre de Dios que llegó a ser considerado por los hebreos antiguos tan sagrado, que ni siquiera debía pronunciarse. Y Baduel advoca al Todopoderoso en tanto Elohim de los Ejércitos, General Supremo…. Esta trascendentalidad religioso militar nunca estuvo en la mística de Bolívar, ni de Sucre, Martí, Sandino, Che Guevara. Si en la de Porfirio Días, Juan Vicente Gómez, Pérez Jiménez, Leónidas Trujillo, Somoza, Duvalier, Pinochet… émulos americanos del Duce Mussolini y su amigo alemán, el tristemente célebre cabo Adolfo.
Es el mismo fundamentalismo religioso del actual presidente del imperio estadounidense, que dice que habla con Dios, cuando masacra a familias, niños y mujeres iraquíes y afganas y está dispuesto hacerlo en otros muchos “oscuros rincones del mundo”, Venezuela entre los primeros.
“Las decisiones que tomas y cómo las llevas a cabo –confirma el principio Meyo del Código Baduel- son un reflejo de quien eres en realidad. No puedes ocultarte de ti mismo”
Notas
(1) Ver: Rosa Miriam Elizalde y Luis Báez: Chávez Nuestro. Testimonios inéditos. Casa Editora Abril, La Habana, s.a.
(2) Las tropas helitransportadas que efectuaron el rescate propiamente dicho, fueron comandadas por el general Alí Uzcátegui Duque, subordinado al mando de Baduel.
(3) Rosa Miriam Elizalde y Luis Báez: Ob cit.
(4) Texto completo de las declaraciones del general Raúl Baduel sobre la reforma constitucional, 5-11-2007, http://www.elNuevo Heral.com
(5) Jesús García Faría: El General Baduel y la "Ortodoxia Marxista", Aporrea, 23-7-07 , http://www.aporrea.org
(6) “Federico Engels a José Bloch” en Carlos Marx y Federico Engels: Obras Escogidas, Editorial Progreso, Moscú, 1974, Tomo III, p 514.
(7) Simón Rodríguez Porras: El derechismo de Baduel y la colaboración de clases, Rebelión, 8-11-2007, http://www.rebelion.org
(8) James Petras :Venezuela: entre los votos y las botas, 13-11-2007, http://www.cubadebate.cu,
Felipe de J. Pérez Cruz
Rebelión
El pasado 5 de noviembre, el general de división retirado y ex ministro de defensa de la República Bolivariana de Venezuela Raúl Isaías Baduel, se pronunció contra la reforma constitucional que impulsa el Presidente Hugo Rafael Chávez Frías. Y no solo manifestó su desacuerdo, sino que lo hizo en forma beligerante, con fuerte cuestionamiento de fondo y tono evidentemente sedicioso.
Los venezolanos han podido seguir con más elementos la carrera de Baduel al mando de unidades militares, después en la jefatura del Ejército y del Ministerio del Poder Popular para la Defensa. Quienes no vivimos dentro de Venezuela, recordamos al general que ocupó planos estelares en la prensa, en abril del 2002, cuando dirigió la resistencia antigolpista y la restitución del Presidente Hugo Rafael Chávez Frías. Nuevamente Baduel fue noticia en el pasado julio, cuando se publicitó bastante su discurso de despedida como ministro de Defensa. Ya aquel discurso nos alertó sobre cómo pensaba, y qué podía esperarse de aquel general que se auto imponía “un tiempo de reflexión”.
Después del 5 de noviembre los sectores contrarrevolucionarios, gozosos de la deserción del general retirado, han intentado cualificar sus esperanzas, con intentos mediáticos tendientes magnificar su real influencia en los acontecimientos pasados y futuros. A este realce de la figura de Baduel no han sido ajenos ciertos analistas que públicamente situados en la izquierda, piensan y actúan con un oportunismo que cada vez hace más evidente su distanciamiento del proyecto revolucionario.
Sin dudas el ex ministro de defensa es un oficial de reconocidas cualidades de mando y ascendencia sobre las tropas leales al Presidente Chávez, que gozaba de la simpatía de las masas bolivarianas. Pero lo que se trata de obviar es el hecho de que tal ascendencia, su actividad político militar y hasta sus ascensos como general, han estado signados por el vínculo con el proyecto revolucionario y la personalidad histórica de Hugo Chávez. En la cercanía de la batalla ideológica y política del plebiscito del próximo domingo 2 de diciembre, no resulta un mal ejercicio intentar explicarnos al general Baduel en la complejidad de la coyuntura. Junto al hombre, a la personalidad, nos interesa asomarnos a la naturaleza de su migración contrarrevolucionaria, a sus falaces propuestas, a su ausencia de eticidad.
Raúl Isaías Baduel
Egresado como Licenciado en Ciencias y Artes Militares, Raúl Isaías Baduel (6 -7- 1955), fue uno de los jóvenes oficiales que Chávez reclutó para las ideas revolucionarias cuando era capitán de paracaidistas (1). El entonces teniente Baduel lo acompañó el 17 de diciembre de 1982 en el Juramento del Samán de Güere, hecho bajo la invocatoria del Libertado Simón Bolívar en el Monte Sacro de Roma, 177 años antes. Baduel participó del movimiento revolucionario con Chávez, asistió a las reuniones conspirativas, pero se mantuvo al margen de los movimientos insurreccionales del 4 de febrero y del 27 de noviembre de 1992 por discrepar de la oportunidad para la acción. Como ha afirmado salió ileso de las persecuciones que se desataron, la jerarquía militar desconfiaba de él por sospechar su vínculo con los revolucionarios, mientras muchos de sus compañeros de conspiración lo consideraban un desertor. Sin embargo esta distancia le permitió mantenerse en la institución armada y ascender los últimos tramos del coronelato, mientras Chávez y sus otros compañeros oficiales conocieron cárceles, exilios y persecuciones.
La desconfianza que existía sobre el oficial Baduel, le condujo a ser relegado a puestos secundarios y misiones de estudio, trataron de presionarlo para que solicitara su retiro, pero el oficial resistió el embate, y aprovecha la oportunidad para superarse y concluir estudios de maestría. A pesar de acumular la preparación y la antigüedad requerida, no se evalúa por el mando su ascenso a general. En estas circunstancias se produce en 1998 el triunfo electoral de Chávez, y al llegar a la presidencia su antiguo líder lo llama para que trabaje directamente con él. En el cargo de secretario personal de Chávez, en julio de 1999, Baduel es promovido a general de Brigada. A su solicitud personal el presidente lo designa, un mes después, comandante de la 42 Brigada de Infantería de Paracaidistas, en Maracay.
Cuando la intentona golpista de abril del 2002, Baduel desempeñó un papel protagónico en la resistencia antigolpista en Maracay, las operaciones para restituir al Presidente y su rescate de la isla caribeña de La Orchila en la madrugada del 14 de abril (2). Tras el retorno de Chávez, Baduel se convirtió de hecho en uno de los jefes más prestigiados de las Fuerza Armada, y alcanzó un amplio reconocimiento del movimiento político que sigue a Chávez, de las organizaciones sociales y de los trabajadores. En julio del 2002, el Presidente nombra a Baduel comandante de la Cuarta División Blindada de Infantería, también con sede en Maracay, de hecho la segunda plaza en importancia del ejército venezolano. Luego vendría su traslado a Caracas, y su nombramiento de Comandante General del Ejército desde enero de 2004 hasta julio de 2006 y el nuevo ascenso a general de División. El 24 de junio de 2006 es ascendido al rango de general en jefe y nombrado Ministro del Poder Popular para la Defensa.
Abril del 2002
Abril 11-14 del 2002 centra la biografía político militar de Raúl Isaías Baduel. Se dice con frecuencia que Baduel como comandante de la 42 Brigada de Infantería de Paracaidistas, en Maracay se puso al frente de la llamada "Operación rescate de la Dignidad", que condujo al rescate y restitución del Chávez como Presidente constitucional del país. Resulta entonces importante hacer las precisiones que el caso demanda.
La posición del general Baduel y de las tropas paracaidistas en Maracay, su negativa a plegarse a los golpistas, fracturó la cadena de adhesiones planificada por los generales complotados, y dada la trascendencia política de la unidad y su real importancia en el dispositivo militar del país, constituiría un punto de inflexión en la sedición. No sería descabellado afirmar que de hecho la acción de sus camaradas de armas, al rescatar a Chávez de La Orchila –una isla del Caribe venezolano a unos cien kilómetros de la costa continental-, le salvó la vida al líder del proceso bolivariano, recordemos que al llegar a la isla los militares patriotas, ya estaba allí, en la pista de la base militar, muy cerca de dónde tenían prisionero a Chávez, un misterioso avión con siglas y matrícula estadounidense.
No se puede olvidar que la 42 Brigada de Infantería de Paracaidistas, en Maracay, es la unidad emblemática de la cual partió Chávez el 4 de febrero de 1992, para iniciar la insurrección revolucionaria. Esta fue una gloria combativa que pasó a ser patrimonio de orgullo para los oficiales, clases y soldados paracaidistas. Con la infinita intuición que nace de las masas, ya desde el día anterior al golpe –el 10 de abril- comenzaron a presentarse voluntariamente en las puertas de la brigada de Maracay reservistas de paracaidistas, para ponerse a la orden de combate.
El pueblo también tenía una memoria clara de donde estaban los militares leales. Al desencadenarse los acontecimientos en Caracas, los cuadros de las organizaciones revolucionarias y la población de Maracay y sus alrededores, acudió en masa a la brigada, y sus oficiales y soldados sintieron y ratificaron el apoyo profundo de los venezolanos humildes por la Revolución y el Presidente. El propio Baduel ha testimoniado el clima de combatividad antigolpista que se vivió en aquellas horas dentro de la unidad que dirigía. El rechazo de su oficialidad que vio por la televisión la toma fraudulenta de la Presidencia por el fascista Pedro Carmona, la decisión de resistencia que crecía en uniformados, reservistas, líderes políticos y pobladores presentes, la ratificación de lucha que se multiplicó al conocer el mensaje de Chávez sobre su apresamiento y no renuncia.
En total en apoyo al Presidente constitucional se agruparon en Maracay catorce generales, con el mando de 20 batallones: A favor de Chávez se alinean unos 20 mil hombres, con artillería, tanques, paracaidistas, y fuerza aérea; un conjunto de fuerzas y medios superiores al de los golpistas. Allí se conformó un Comando y un Estado Mayor. El Comando de la Dirección de Operaciones lo sumió el general García Montoya. Baduel fue designado como oficial de operaciones y vocero ante los medios y la población. La dinámica de las operaciones y la actividad comunicacional que le fue ordenada a Baduel, lo convirtieron en la figura más visible de la resistencia antigolpista. Estos son hechos históricos inobjetables donde el general Baduel tuvo un indiscutido protagonismo, pero lo que no resulta serio es reducir el conjunto de los acontecimientos que se precipitan, a la actitud y posición adoptada por uno de los jefes militares que resisten el golpe.
Antes y durante el rescate del jefe revolucionario, la decisión de las masas de defender a cualquier precio la Revolución fue decisiva. El cerco de pueblo al Fuerte Tiuna y al Palacio de Miraflores en Caracas, las acciones de masas en otras partes del país, le hicieron ver claramente, tanto a los golpistas como a todo el Ejército, cual era realmente la correlación de fuerzas que se había desencadenado. Baduel y los oficiales de Maracay, rechazaron a los generales derechistas complotados, que estaban dispuestos a desatar un baño de sangre, y se alinean con los que se opusieron a cargar la responsabilidad histórica de romper el orden constitucional, disparar contra el pueblo e iniciar el camino incierto de una guerra civil. Baduel actuó entonces en cumplimiento de su deber, reaccionó además en acto de lealtad para con su jefe histórico.
Un humilde combatiente se arriesgo para hacer llegar a las unidades militares y al mundo la nota por la que Chávez ratificaba que no había renunciado. Las guarniciones desde el interior del país, al comprender lo que ocurría en la capital, comenzaron a denunciar a los golpistas y a ratificar su compromiso constitucional. Los jóvenes de la Guardia Presidencial retomaron Miraflores, el pueblo hizo huir al falso presidente fascista y a sus generales traidores, y respaldó y cuidó la reorganización del gabinete revolucionario, restaurando la legalidad. Todas estas acciones no niegan el papel desempeñado por Baduel y la importancia del rescate de Chávez, pero la historia no puede ser cambiada a capricho de encumbrar a una figura, desconociendo a los protagonistas fundamentales. El pueblo dispuesto a defender hasta las últimas consecuencias a la Revolución y al Presidente, los oficiales y soldados patrióticos y el acontecer que tal voluntad de lucha desató, son los que otorgan a la resistencia de los catorce generales de Maracay y al rescate de Chávez, su definitiva dimensión histórica.
El aguerrido pueblo venezolano y sus más leales soldados y oficiales, han brindado en estos últimos años al general Baduel la oportunidad de sentirse en alta estima. Lo que al parecer el general Baduel no percibió es que las masas ensalzan y agradecen al soldado patriótico, al general que les devolvió al Presidente; al cuadro de mando que está ejecutando la política revolucionaria, al que desde su alta investidura –asumió como General en Jefe el tema de la guerra asimétrica-, les prepara para resistir y vencer una posible agresión militar del imperio del Norte.
¿Quizás Baduel si entendió el mensaje del pueblo y su ego no quiere aceptarlo? ¿Quizás Baduel lo entendió todo muy bien, y comprende el peligro que el inclaudicable y carismático líder de la Revolución Bolivariana, representa para los intereses que definitivamente decidió servir?
La proclama ideológica de Baduel
Marcado por su vida militar y por una personalidad controvertida, poco se conocía del pensamiento político ideológico del general de división Raúl Isaías Baduel. No obstante hay elementos básicos que se deben precisar en el interés de intentar comprender la actuación del general.
En los años de conspiración dentro del Ejército, su cercanía y amistad con Chávez nunca llegó al compromiso de seguirlo hasta las últimas consecuencias y riesgos. Las explicaciones que ha dado el general por la no participación en los movimientos revolucionarios, ratifican su continuada cautela para comprometerse, la visión de soluciones militaristas, centrada en la evaluación de los medios y fuerzas que se disponían, no en lo que el movimiento patriótico pudiera desatar, en la definitiva y sustantiva movilización popular. Mientras Chávez conceptualiza los acontecimientos del 1992 como un movimiento patriótico y revolucionario, Baduel siguió apegado a su atadura conservadora y los catalogaba como golpes de Estado.
Al calor de su irrupción en la actividad de masas, en cumplimiento de los cargos a los que Chávez fue promoviéndole, el oficial monosilábico, de escasos gestos, se fue desdoblando en discursos y actos políticos públicos, siempre en línea de incondicionalidad a su jefe militar y político. No obstante en las pocas entrevistas o declaraciones de carácter más personal que concedió –la más amplia a los periodistas cubanos Rosa Miriam Elizalde y Luis Báez (3)- se puede apreciar su condición de tecnócrata militar, y la alineación al espectro de pensamiento de la intelectualidad orgánicamente burguesa, que sustentada por los petrodólares, hegemonizó el espectro cultural y universitario del país en la segunda mitad del Siglo XX.
El discurso de entrega del Ministerio de Defensa, por parte del general de división Raúl Isaías Baduel el 18 de julio pasado, fue la primera pieza ideológica completa a la que tuvimos acceso (4). El general se propuso “mostrar su pensamiento frente al ejercicio direccional de los hombres y la estrategia política del Estado, de cara al futuro” y de hecho lo logró.
Baduel nos presentó una filiación cosmovisiva que hace énfasis en los textos del Antiguo Testamento, y que tiene por ética el Código de Bushido, de los antiguos guerreros samuráis. Lo interesante de esta articulación de las dos antiquísimas tradiciones, es como ambas tributan para reforzar una mística militarista de destino manifiesto y honorabilidad castrense. Estamos pues ante una manifestación asombrosamente extemporánea de filosofía escolástica, de un dogmatismo empobrecedor, ya trascendido por la inmensa mayoría de las escuelas teológicas contemporáneas. De la mano de estas declaraciones el general se nos presenta más cercano a los Caballeros Templarios y a los ejércitos del Japón feudal, allá por el siglo XII, que a la más inmediata tradición del Ejército Libertador, de Simón Bolívar en el XIX americano. Con tales herramientas Baduel la emprende contra la “ortodoxia marxista”, y se aventura a autodefinir que es el Socialismo del Siglo XXI.
El general en su discurso de despedida, se detuvo en realizar una crítica severa del modelo del socialismo soviético. No aportó nada nuevo, pero tal énfasis no podía ser gratuito. Era evidente que se refería a cuestiones que le preocupaban sobre el futuro económico y político venezolano, más en momentos en que se realizaba el lanzamiento del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
Baduel se adueña de la crítica reduccionista que pretende enarbolar el concepto de Capitalismo de Estado para atacar las experiencias de rescate de los recursos nacionales por la vía de la nacionalización y la estatización. La precisión del cambio de naturaleza y función de un Estado revolucionario –más en transición socialista- queda en silencio. El general oculta la diferencia sustantiva con el Estado capitalista. El Estado revolucionario no ejerce su dominación sobre el pueblo con fines de enriquecer a una élite de la sociedad, sino que sirve de instrumento a la sociedad organizada para su desarrollo (5).
Coincido con Simón Rodríguez Porras cuando afirma que el ejercicio de dibujar la socialdemocracia de los países desarrollados, sobre el telón de fondo del totalitarismo estalinista demuestra la intención ideológica de los manipuladores, quienes deliberadamente excluyen de la discusión aquellos principios económicos que definen al socialismo: la socialización de la gran propiedad productiva, y una planificación democrática de la economía al servicio de la satisfacción de las necesidades de la sociedad (6).
“No debemos olvidar algo fundamental –nos trata de definir Baduel-: El socialismo es, en sentido estricto, un sistema de producción económica, tal como el capitalismo al que debe sustituir es también un sistema de producción económica”. Este esfuerzo “teórico” del general, no puede sobrepasar el horizonte dogmático –esquemático y estático- en que se inserta su cosmovisión filosófica.
El socialismo no es propiamente un sistema de producción económica. Si un proceso de transición donde hay que desenajenar tanto las relaciones materiales objetivas como las espirituales, de la virulenta presencia del capitalismo. El socialismo como proceso y combate por la desenajenación, transcurre –y triunfa- en la creación de una nueva economía con capacidad para resistir los cercos y las agresiones de los capitalistas e imperialistas, y sustentar las transformaciones de los hombres –y las mujeres- y sus circunstancias. Pero lo definitivo en el socialismo siempre será la creación de una nueva cultura civilizatoria, el desarrollo de una ética de justicia social y dignificación humana. El genera Baduel, como casi siempre les ocurre a los apresurados manipuladores del marxismo, olvida la certera lección de Federico Engels en carta a José Bloch sobre la dialéctica de “la última instancia” (7). Así el “marxismo” del general ni siquiera califica dentro de lo que ciertos intelectuales critican por “ortodoxia marxista”. Baduel no pasa del más vulgar y oportunista de los economicismos.
El propósito evidente de todo el discurso era atacar a Chávez e intentar condicionarlo a su posición conservadora. Pretendía darle lecciones y situarle condicionamientos ideológicos y políticos. “Las costumbres que forma una Educación Social –cita Baduel - producen una autoridad pública, no una autoridad personal; una autoridad sostenida por la voluntad de todos, no la voluntad de uno solo, convertida en Autoridad….”La cita fuera de contexto histórico del maestro Simón Rodríguez, no podía ser más explícita en un escenario donde el tema del pretendido autoritarismo “dictatorial” de Chávez, es una de las puntas de lanzas de la reacción.
“El llamado del Señor Presidente Hugo Chávez –afirma Baduel - a construir el Socialismo del Siglo XXI, implica la necesidad imperiosa y urgente de formalizar un modelo teórico propio y autóctono… Hay que admitir que este modelo teórico hasta los momentos, ni existe ni ha sido formulado y estimo que mientras esto sea así, persistirá la incertidumbre en algunos de nuestros grupos sociales...”De hecho para el general hasta el momento en Venezuela solo se había trabajado “de manera desordenada y caótica”. Su pretendidamente científica tesis de modelación, expresaba con acentuada autosuficiencia el desprecio por la inteligencia y el protagonismo popular.
Las posiciones cientificistas han constituido en las Revoluciones, un lastre tan dañino como el de los prejuicios frente a la labor intelectual, la improvisación y la aridez teórica. La solución pasa por comprender que precisamente la sistematización de las praxis en Revolución, es método y fuente de enriquecimiento teórico para nuevas praxis continuamente enriquecidas. Pero el universo ideológico del general Baduel –como el del asesor que todo parece indicar que tuvo-, no le permite trascender a tal dialéctica, desde las posiciones tecnocráticas y elitistas que manifiesta: Esta dialéctica solo puede existir como práctica en lucha de masas contra el enemigo imperialista, contra el sistema capitalista, como praxis revolucionaria. No caben dudas de que el esquema al que se aferra Baduel, de un socialismo pensado por iluminados y transmitido por estos al pueblo, más que elucubración academicista, tiene un fuerte sesgo conservador, contrarrevolucionario.
Finalizó el general Baduel, con su concepto castrense de la política nacional. La Fuerza Armada es para el general “instrumento de poder para la democracia política, la paz y el desarrollo, cuya actuación se enmarca en el reto que demandan la voluntad nacional y el liderazgo, con miras a la reivindicación de instituciones y procedimientos en beneficio del colectivo nacional”. Ni el pueblo, ni la Asamblea Nacional, ni el Partido en construcción merecían para el general ser tenidos en cuenta como sujetos depositarios de poder. Baduel no puede sacudirse las concepciones profesionalizantes y elitistas –cretinismo profesional satirizaba Carlos Marx-, piedra angular de los ejércitos de la oligarquía.
No puede ser casual que el pensamiento de liberación nacional y continental de Bolívar, sea el gran ausente de la pieza ideológica que presentó Baduel. Ello alerta sobre su falta de perspectiva histórica, sobre su no consideración de la causa latinoamericanista. Deja muy claro su no filiación con el bolivarianismo del socialismo venezolano.
Nada tienen que ver los dislates mítico-doctrinales del general, con los cristianos del bolivarianismo revolucionario, inspirados en la lectura de las obras de Jesús de Nazaret –recogido en el Nuevo Testamento-, en la Iglesia de los esclavos y pobres que se enfrentaban al Imperio romano, que tiene entre sus más legítimos legados latinoamericanos a la Teología de la Liberación. Baudel nos dibujó además un socialismo que calla el rechazo al sistema capitalista, a la explotación del capital, sin antimperialismo. Brinda argumentos y espacio para que se sume el oportunismo de derecha, con fachada de izquierda moderada y “realista”. Fue esta la primera prueba de fuerza de Baduel frente a Chávez. Su debut como pretendida contrafigura ideológica y política.
Sin dudas el discurso del general de división Raúl Isaías Baduel fue una clarificación de su alineación anticomunista y derechista, contrarrevolucionaria. Y no pocos sentimos que la Venezuela deseable que delineó el general y ministro saliente, tenían además un fuerte mensaje subliminar de crítica al proyecto cubano. Tan oscuro discurso bien pudiera ser el camino a una variante de nacionalsocialismo de derecha, a un neofascismo tropical.
Sin mucho esfuerzo podía apreciarse en el documento que presentó Baduel, que el “nuevo modelo político, económico y social de Socialismo del Siglo XXI” que proponía, tanto en sus fundamentos ideológicos, como en su propuesta de ingeniería económica y política, era muy distinto al que impulsaba Chávez. Sin embargo–salvo excepciones- Baduel no recibió entonces la crítica política e ideológica que precisaba. Más bien hubo contemporizaciones e intentos de hallar coincidencias. Este es un error que siempre tiene un precio. Lo cometimos y lo pagamos los cubanos al inicio de la Revolución, y en tal dirección fue muy certera y educativa la autocrítica que realizara el Che Guevara.
El pronunciamiento contrarrevolucionario
Todo parece indicar que el “tiempo de reflexión” que anunció auto imponerse el genera retirado tras abandonar el Ministerio, era el mínimo necesario para cambiar de bando, conspirar, medir adeptos y buscar colocarse en situación. La esperada oportunidad la sintió –o se la precisaron- madura para principios de noviembre, cuando decidió hacer pública su postura.
Algunos promotores de Baduel han tratado de argumentar, que el general había sido excluido del proyecto bolivariano por responsabilidad principal del gobierno. Pero los hechos en los cuatro meses transcurridos desde su salida del Ministerio de Defensa, hablan por si solos: Mientras el general se daba su tiempo de meditación y atención personal -¿de conspiración?-; Chávez y sus compañeros más cercanos, junto a cientos de cuadros medios y de base, el pueblo que los secunda, han seguido al pie del cañón. Creando, peleando contra todas las dificultades –contra sus propias insuficiencias y limitaciones también-, equivocándose a veces, creciendo en la praxis maravillosa de la Revolución, con un balance que a todas luces es realmente positivo, inobjetablemente positivo. Y entre varias posible, hay una pregunta fundamental a hacerse, no solo Baduel, sino todos y cada uno de los que militamos conscientemente en la Revolución: ¿Si por algún criterio humano o divino le excluyen de cargos o posiciones, si por alguna razón –incluidas las aviesas que siempre nos persiguen a nosotros imperfectos seres humanos-, se fractura la relación con unos u otros compañeros revolucionarios, acaso se justifica ir contra el proyecto, contra la propia Revolución?
No puede ser casual que el general se halla pronunciado contra la reforma en momentos en que había echado a andar el nuevo plan para derrocar por el terrorismo al presidente Hugo Chávez. El plan sin dudas facturado por la CIA y los servicios de la inteligencia militar del Pentágono, prevé nuevas acciones de desestabilización interna. Que cuenta con los millones que moviliza la oligarquía para pagar a los grupos de desclasados y pandilleros profesionales, siempre prestos al mercenarismo vandálico. En plena inteligencia con la situación creada, el general Baduel decide salir de su “reflexión” a menos de un mes del plebiscito. No fue a Miraflores a conversar con Chávez. Hasta donde sabemos no solicitó una reunión con los compañeros que integran los equipos de trabajo del Gobierno y el Partido en construcción. Optó por citar una exclusiva conferencia de prensa, solo para los medios y partidos políticos de la derecha y la extrema derecha. James Petras ha denunciado con acierto el carácter contrarrevolucionario y golpista de la “disidencia” del general retirado. Ha alertado también sobre los peligros de la convocatoria sediciosa que se le realizó a las Fuerzas Armadas en esa rueda de prensa del día 5 de noviembre (8).
Baduel invitó a los venezolanos “a no dejarse engañar” por Chávez. Dijo además que "de aprobarse la reforma constitucional se estaría consumando en la práctica un golpe de Estado”. Con ello hace buena tarea integrándose al plan de medidas activas del terror, propaganda anticomunista y guerra psicológica en curso, para amedrentar a los sectores medios y pequeñoburgueses, y desinformar y prejuiciar a grupos proburgueses.
El general retirado al mismo tiempo que denigra de las instituciones democráticamente electas, recomienda a los militares que “reflexionen sobre el contexto de la reforma constitucional”, que “evalúen cuidadosamente” los cambios que el gobierno electo propone “de manera apresurada y mediante procedimientos fraudulentos”. Baduel incita a la acción golpista con halagos “no se puede menospreciar la capacidad de análisis y de razonamiento de la Fuerza Armada”, afirma demagógicamente.
“Este Proyecto de una nueva Constitución –criticó Baduel-, promueve la polarizacion y contribuye al enfrentamiento entre los venezolanos, siendo absurdo tratar de fabricarla en torno a una ideología, debiendo ser esta un pacto social de máximo consenso amplio entre todos los venezolanos, si no es así, una amplia mayoría no aceptará y tratará siempre de cambiarla aunque deba acudir a vías violentas para hacerlo”. Con enfoques como este, Baduel miente a sabiendas sobre las causas de la polarización, que no son otras que los intereses antinacionales y capitalistas de las clases oligárquicas y burguesas aliadas del imperio; propone un pacto social para un “todos” que incluye a los enemigos del pueblo venezolano, que es de hecho una rendición. Baduel extorsiona con la violencia, la justifica y definitivamente la sustenta como solución.
Se hace evidente que el general en retiro y quienes lo incitan a pronunciarse así, actúan con una gran irresponsabilidad, con un gran desprecio por el destino del pueblo venezolano, con absoluta falta de ética. Se alinea y justifica entonces el general, hechos vandálicos como los acaecidos en la Universidad Central, y brinda la justificación para la revuelta contrarrevolucionaria que intentará negar el próximo triunfo del 2 de diciembre.
Las masas bolivarianas de inmediato comprendieron la situación y expresaron en firmes y coloridas demostraciones, su rechazo a la postura de Baduel y el respaldo incondicional a Chávez. Altos oficiales venezolanos en retiro, se colocaron rápidamente junto al Presidente y repudiaron la posición opositora asumida por el general retirado.
Ante la provocación el presidente venezolano Hugo Chávez actuó con firmeza y claridad meridiana. Calificó al general Baduel como "traidor y peón de la derecha". Para el líder bolivariano el general había emprendido un acto de traición, que realiza además con inusitada beligerancia, hasta por "la forma, las expresiones y el odio en el lenguaje gestual”. "La extrema derecha consiguió una nueva ficha –afirmó Chávez-. Se traiciona a él mismo y al prestigio que había alcanzado en el imaginario popular", sentenció el líder revolucionario. También puntualizó que confía en la Fuerzas Armadas, y descartó que la actitud del general, provoque ecos en la institución, "salvo en pequeños grupos" de militares.
Las evaluaciones en curso
No se cuestiona el derecho a discrepar, apreciar problemas en el funcionamiento del Gobierno, en el liderazgo de Chávez, aún en el propio proyecto socialista. No todos en Venezuela tienen que estar de acuerdo en puntos y comas, con lo que dice y hace el máximo conductor del proceso. Los líderes también precisan del debate de sus tesis, no están exentos del error, ni de perfeccionar sus criterios, mejorar sus métodos y estilos de trabajo. Hay en este sentido varios debates abiertos dentro del bolivarianismo, pero una cosa es buscar el perfeccionamiento, incluso querer avanzar más de lo posible necesario, y otro es perder la perspectiva histórica de qué es lo que está en juego.
Se trata en este caso de no ver la trascendencia del liderazgo de Chávez, en este momento de la Revolución Bolivariana y continental. O de apreciarlo en su dimensión exacta y trabajar en su contra, a favor de los enemigos eternos de nuestros pueblos. Por la reforma pasa hoy el eje de la lucha política en el país. De la victoria en el plebiscito del 2 de diciembre depende que avance o se detenga la Revolución, y en tales coyunturas detenerse, significa un retroceso. La problemática central de base, dada en fijar una constitucionalidad más acorde con las necesidades del momento, mas propicia al avance de las medidas socialistas, guarda una estrecha relación con las dinámicas del más amplio cuadro de las luchas de clases en el país y en la región. En tal dimensión la derrota de las fuerzas oligárquicas e imperialistas tendrá resultados inmediatos y mediatos, sobre el conjunto de batallas que definen la correlación de fuerzas en Venezuela y en América Latina.
Hay analistas que afirman que la posición adoptada por el ex ministro de defensa, ha abierto una fase de incertidumbre que podría tener graves consecuencias para el proyecto popular venezolano. Habría que saber quienes tienen incertidumbre. No apreciamos incertidumbre en Chávez y su equipo de dirección. Tampoco en las masas que los siguen. Si en algunos intelectuales que hasta hace muy poco defendían la reforma, y que sin dudas comparten las motivaciones ideológicas y políticas del general, pretenden siempre jugar a las terceras opciones – eternos defensores de una pretendida libertad de pensamiento, que no casualmente los exime de militancias concretas -, o sencillamente se asustan frente a la agudización inexorable de la lucha de clases.
La expectativa de que una nueva oposición a la Revolución Bolivariana de Venezuela, pueda salir de las propias filas de sus seguidores, ha alentado a los enemigos del proceso a partir del pronunciamiento del pasado 5 de noviembre. Hay quienes sueñan con un pretendido “centro” político, frente o moviendo sectores del bolivarianismo. Sin embargo, el general de regreso, aún con toda la ayuda y apoyo que le pueda brindar los enemigos de la Revolución, aunque logre nuclear a algunos disidentes ideológicos y políticos del proyecto revolucionario, carece de posibilidades para dibujarse una identidad propia. Y cuando utilizamos la categoría posibilidades nos referimos tanto a la razón que no le asiste, como a la oportunidad de la que carece.
Más allá de los posicionamientos ideológicos y políticos de determinados actores, y de los deseos de ser una opción centrista de algunos de ellos, en estas circunstancias, no hay espacio real para una oposición de centro izquierda en Venezuela. El grado de agudización del enfrentamiento clasista no lo permite, la intolerancia de la oligarquía y la reacción venezolana y su funcionamiento como partido extranjero, como satélites de los Estados Unidos, en tanto es el imperio el antagonista principal contra el bolivarianismo y la nación, hace imposible medias terceras posiciones.
Señuelo diversionista
Uno de los señuelos más diversionistas colocado por los articuladores de Baduel, es el de lanzar la posibilidad de una pretendida negociación y reconciliación de Chávez con el general Baduel. Y para ello se ha enarbolado el ejemplo-argumento, de la vuelta al bolivarianismo de Francisco Arias Cárdenas, compañero del movimiento de militares revolucionarios de 1992, quien había abandonado las filas revolucionarias para ser el candidato de la derecha en las elecciones del 2000.
Sin dudas en el complejo escenario venezolano y en la construcción de la política revolucionaria, el Presidente Chávez ha dado muestras de flexibilidad dentro de los principios. La vuelta al bolivarianismo de Arias Cárdenas en marzo del pasado año, su nombramiento en ONU, y recientemente la designación y trabajo en la construcción del Partido en Zulia, es una demostración de la amplitud del proceso y las cualidades del líder, de cómo no lo mueven revanchismos ni personalismos, de su capacidad para tejer la unidad. Si embargo, utilizar esta experiencia para proponer la idea de una posible reconciliación de Baduel y Chávez, en aras de la unidad de todas las figuras y fuerzas que han hecho avanzar hasta aquí la Revolución, es una hipótesis cuya formulación pasa por alto, más que a los protagonistas, a las propias circunstancias que actuaron y actúan sobre ellos. Es hoy por hoy, una hipócrita trampa mediática contra Chávez.
La Revolución bolivariana para el momento de la reincorporación de Cárdenas estaba en un amplio despliegue de sus programas sociales y económicos, con una oposición que aún no salía del trauma de la aplastante victoria del referéndum revocatorio, en proceso de profundización ideológica y política bajo la perspectiva de la declaratoria del camino socialista, hecha por Chávez en el escenario del Foro Social Mundial de Porto Alegre. Por su parte Arias Cárdenas, quien como candidato fue derrotado en la contienda electoral, regresó a las filas chavistas con una digna humildad: Ante los compañeros del chavismo que no aceptaban su vuelta –que continuaban increpándolo como traidor-, incluso cuando fue interpelado por la prensa, asumió como pasadas sus conocidas diferencias con Chávez, indicó como se había ido desmarcado de la oposición desde el 2002, y afirmó estar “retornando a su casa". Ratificó por demás su alineación con el proyecto revolucionario, y el acatamiento a la disciplina de trabajo y a los órganos político gubernamentales de la Revolución.
El momento político que vive hoy el país no es el mismo. Cuando la Revolución se apresta a resistir y vencer una nueva ofensiva contrarrevolucionaria, a días de una votación histórica; el pronunciamiento de Baduel suma argumentos a la labor enemiga. Se alinea inescrupulosamente para la correlación opositora. Baduel se ha caracterizado por demás, por el irrespeto a los órganos legalmente constituidos, el desafío ideológico y político a su compañero de luchas y jefe político militar, por la crítica lacerante, por la actitud beligerante y el desembozado llamado a la sedición. La única puerta que deja abierta el general en retiro es la de ceder frente a su demanda de retirar la reforma. Esto no sería nunca una “negociación” sino una rendición. Es adelantarle el trabajo al imperialismo.
Considerar el futuro de una reconciliación entre Baduel y Chávez es un ejercicio especulativo que en estos momentos carece de la más mínima objetividad. Lo “objetivo” -y lo “subjetivo”- pasa en Venezuela por el cuadro de batallas de clase que realmente se ha configurado. Y hoy por hoy la actuación de Baduel, se ha sumado definitivamente al sabotaje contrarrevolucionario, a la guerra sin cuartel del imperio y la reacción contra la Revolución, al estilo de los generales traidores que lograron aislar a Bolívar y desarticular su proyecto emancipador. A esta altura de los acontecimientos, me parece difícil, pero estoy convencido de que todos saludaríamos una rectificación aunque sea a destiempo de Raúl Isaías Baduel. Su Patria y Nuestra América lo merecen.
La mística de golpista
Los hombres no solo nos movemos por intereses, los temperamentos, los amores, las pasiones, los imaginarios, protagonizan también nuestra biografía e historia. El general de división retirado Raúl Isaías Baduel, nos ha dejado en este terreno evidencias preocupantes.
Como nos explicó en su discurso de relevo del Ministerio de Defensa, el general Baduel se siente un samurái. Pero no puede haber samurái sin daimio y shogun: Eso sería un contrasentido para la ética –el honor- de aquellos soldados mercenarios del Japón medieval. Sin señor y amo, condenado a la vagancia, el samurái se vería obligado al suicidio mediante el harakiri. No vemos a Baduel en actitud de harakiri. Entonces el código samurái nos permite desde esta otra perspectiva, ratificar lo que ya conocemos: El 18 de julio pasado Baduel canceló “su contrato” con su antiguo jefe, y sobre todo con la Revolución y el pueblo venezolano. El 5 de noviembre, nos dio a conocer su subordinación al imperio, se retrotrajo a los tiempos tristes en que como oficial contrainsurgente de un ejército oligárquico, cumplía órdenes directas de la Embajada estadounidense, e intervenía contra los destinos de un pueblo Centroamericano.
Alguien que le es muy cercano ha comparado al general Baduel con el cónsul romano Lucius Quinctius Cincinnatus: ¿La personalidad mística del general, su pasión por la historia de los grandes guerreros, lo colocaran al punto de creer a los interesados aduladores de su ego? ¿Pensará y actuará el general como un cónsul o emperador de la Roma de antes de nuestra era? ¿Sueña con una marcha triunfal para tomar Caracas, “la Roma” de la Revolución Bolivariana?
De lo que no hay duda es que Baduel se armó para dar la batalla. Por eso invocó a Yahvé, el nombre de Dios que llegó a ser considerado por los hebreos antiguos tan sagrado, que ni siquiera debía pronunciarse. Y Baduel advoca al Todopoderoso en tanto Elohim de los Ejércitos, General Supremo…. Esta trascendentalidad religioso militar nunca estuvo en la mística de Bolívar, ni de Sucre, Martí, Sandino, Che Guevara. Si en la de Porfirio Días, Juan Vicente Gómez, Pérez Jiménez, Leónidas Trujillo, Somoza, Duvalier, Pinochet… émulos americanos del Duce Mussolini y su amigo alemán, el tristemente célebre cabo Adolfo.
Es el mismo fundamentalismo religioso del actual presidente del imperio estadounidense, que dice que habla con Dios, cuando masacra a familias, niños y mujeres iraquíes y afganas y está dispuesto hacerlo en otros muchos “oscuros rincones del mundo”, Venezuela entre los primeros.
“Las decisiones que tomas y cómo las llevas a cabo –confirma el principio Meyo del Código Baduel- son un reflejo de quien eres en realidad. No puedes ocultarte de ti mismo”
Notas
(1) Ver: Rosa Miriam Elizalde y Luis Báez: Chávez Nuestro. Testimonios inéditos. Casa Editora Abril, La Habana, s.a.
(2) Las tropas helitransportadas que efectuaron el rescate propiamente dicho, fueron comandadas por el general Alí Uzcátegui Duque, subordinado al mando de Baduel.
(3) Rosa Miriam Elizalde y Luis Báez: Ob cit.
(4) Texto completo de las declaraciones del general Raúl Baduel sobre la reforma constitucional, 5-11-2007, http://www.elNuevo Heral.com
(5) Jesús García Faría: El General Baduel y la "Ortodoxia Marxista", Aporrea, 23-7-07 , http://www.aporrea.org
(6) “Federico Engels a José Bloch” en Carlos Marx y Federico Engels: Obras Escogidas, Editorial Progreso, Moscú, 1974, Tomo III, p 514.
(7) Simón Rodríguez Porras: El derechismo de Baduel y la colaboración de clases, Rebelión, 8-11-2007, http://www.rebelion.org
(8) James Petras :Venezuela: entre los votos y las botas, 13-11-2007, http://www.cubadebate.cu,
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