Coqueteando con la muerte
(No apto para negociantes)
Michel Balivo
Quisiera compartir con uds. que actualmente envío mis artículos semanales a más de tres mil direcciones, la mayoría de las cuales a su vez los reenvían. Una creciente cantidad de lectores intercambia correspondencia conmigo, gracias a lo cual puedo ir escribiendo sobre los temas que realmente interesan y resuenan en la sensibilidad colectiva de nuestros tiempos.
Para mi es fundamental ese mantenerme en contacto con la realidad que vivimos y no perderme en mis elucubraciones creyendo que responden a los intereses de todos. De toda esa correspondencia la gran mayoría me dicen que les gusta mi forma de tratar la problemática cotidiana poniendo en relación y evidencia muchos temas que en aras de la inmediatez de las necesidades y la velocidad de los acontecimientos usualmente se descartan, pasan desapercibidos.
Pero hay un pequeño número que si bien coincide con los anteriores lamentan que yo sea demasiado parcial con la revolución bolivariana. He respondido varias veces a esta objeción, pero estoy dispuesto a hacerlo otra vez si resulta útil a la comprensión de mis motivos.
En primer lugar no estamos hablando de temas abstractos, sino de una tercera parte de la humanidad que ya no puede satisfacer sus necesidades, número que va en aumento. Yo no creo que desde ningún punto de vista se pueda ser imparcial sintiendo el dolor propio o ajeno del hambre o la enfermedad que deteriora tu cuerpo camino de la muerte.
Me parece que necesitamos soluciones inmediatas y no seguir discutiendo si las misiones bolivarianas serán realmente eficientes y sostenibles o si eso es populismo. Si el Alba es el plan de un ególatra que con sus petrodólares desea desestabilizar las jóvenes democracias latinoamericanas. Eso más que de personas reflexivas es de insensibles, anestesiados.
Eficiente o no, viable o no, populista o no, la urgencia de las circunstancias amerita respuestas inmediatas en todos los frentes, tanto nacionales como internacionales. Por poco eficiente y viable que sea siempre será mejor que nada, y sobre todo será menos inhumano. En segundo lugar todo en la conciencia humana es comparativo.
Si ponemos en la balanza las acciones de EEUU, Israel y sus aliados europeos que si no consienten abiertamente tampoco se oponen ni hacen nada para mejorar las situaciones, y las comparamos con las misiones y al Alba bolivarianas, creo que si bien son aún tiernos brotes, intentos, exploraciones, merecen destacarlas como alternativas en pleno acontecimiento.
Porque no alcanza con citar clara y precisamente la problemática. Todos sabemos si es que estamos interesados en hacerlo, que hoy se produce comida y bienes hasta innecesarios que se tiran al mar para mantener los precios del mercado. Por tanto no hay ninguna justificación para que una parte creciente de la humanidad muera día a día de desnutrición.
Es necesario en consecuencia dejar las discusiones abstractas en el plano mental y pasar a la acción en el nivel de los cuerpos y sus necesidades, hay que poner en movimiento ya alternativas a este sistema insensible, inhumano y depredador. ¿Dónde ven uds. alternativas que podamos citar a las presentes circunstancias críticas?
Y si la revolución bolivariana por poco eficiente que pueda ser es la única alternativa posible a tan desesperante situación, ¿qué deberíamos hacer? ¿Desconfiar, retrasar sus iniciativas, seguir buscándole las cinco patas al gato?
Como siempre digo me gustaría ver a los opositores bien o mal intencionados con dolor de estómago por falta de alimento, viendo como sus hijos se mueren poco a poco, para proponerle entonces razonamientos científicos y todo tipo de excusas postergadoras a la satisfacción de sus necesidades. ¿De qué nos han servido entonces miles de años de supuesta civilización?
Yo creo que más allá de toda duda y discusión, la amplia aceptación y la velocidad a la que se multiplican las propuestas bolivarianas en los gobiernos y pueblos, despeja toda incógnita. Estamos en un momento de respuestas fácticas, a nivel de satisfacción de necesidades todo es muy simple y no hay nada que aprender, duele y mata o es grato, placentero y vitaliza. Es necesario despertar de nuestra alienación en abstracciones y recuperar nuestra sensibilidad para con nuestro entorno natural y humano.
No hacerlo significaría creciente desadaptación e incapacidad de sobrevivir. Porque pese a lo que la inercia de todos estos siglos de racionalismo nos hace creer no vivimos solamente en nuestra mente, necesitamos responder y mantener un equilibrio con nuestro entorno, que incluye nuestros cuerpos.
Pese al saboteo en todos los frentes y el continuo bombardeo de los medios en contra de la revolución bolivariana esta se abre camino, se amplía y crece, gana en aceptación. Mientras que el viejo modelo de explotación colonial se estrella contra una resistencia cada vez mayor de los pueblos, es de suponerse que algún motivo habrá.
Y repito nuevamente por si ya se nos olvidó en el camino. No estamos hablando de abstracciones y relatividades, de discursos en salones donde la palabra aguanta todo y todos tienen el derecho de expresarse y ser respetados en su opinión. No, hablamos de estómagos que hacen ruidos y duelen, de cuerpos que se desintegran y descomponen.
De guerras que destruyen y matan inocentes agregando tragedia al ya desbordante y desesperante dolor. Yo creo que podemos otorgarle al pueblo por poco instruido que le haya tocado ser en la lotería neoliberal, la mínima instintividad para saber lo que los alimenta y apoyarlo, así como lo que los mata y rechazarlo, resistirlo aún a costa de sus vidas.
Porque el ser humano por mucho que lo aparente a veces no es un animal, no vive para satisfacer sus necesidades, eso solo es una circunstancia que le imponen su cuerpo y medio natural. Pero la historia humana es una historia del intento de superar las limitaciones naturales, que incluyen a su cuerpo.
Es por eso que muchas veces ante la opción de vivir y morir poco a poco como un esclavo, elige vivir el tiempo disponible y morir luchando dignamente por su libertad que es su mayor fuerza y amor.
De ese modo una larga, casi interminable época de calculadores y negociantes que solo se preocupaban por la inmediatez de sus intereses personales, una manada de aparentes esclavos serviles, se transforma inesperadamente en un colectivo de seres dispuestos a sacrificarlo todo por su libertad de elegir vivir dignamente, de hacer honor a su humana sensibilidad.
Eso es lo que sumergidos en nuestras racionalizaciones, que solo son respuestas específicas a necesidades y circunstancias específicas, no logramos comprender de nuestra época y los fenómenos sociales que irrumpen en el escenario mundial. En estos días leí que misericordia es una palabra latina resultante de la unión de miseria y corazón.
Significa la capacidad de sentir el dolor ajeno en el propio corazón y activarse para darle alguna respuesta. En otras palabras la época de los cálculos y los negocios de cuanto ganaré o perderé, va quedando atrás para entrar en la de la generosa solidaridad a la que le duele el dolor sin importar donde este se experimente. Ese es el ser humano esencial, atemporal.
Nuestra movilidad en el horizonte temporal junto con todas las herramientas que nos dio para mejorar nuestra calidad de vida, trajo también el temor al futuro, la indecisión y la duda, el fuerte deseo de prevenir la inseguridad. Intentando obsesivamente prevenir tal inseguridad fue como llegamos a las presentes circunstancias de total inseguridad, por tanto no estaría de más un acercamiento a ese mágico acontecer de convertirnos en viajeros del tiempo.
Nos dicen que las primeras colectividades o grupos humanos fueron trashumantes, iban tras las manadas de animales de que se alimentaban y vestían. Acompañaban sus transmigraciones estacionales hacia climas más amables donde conseguirían pastos y frutos para su alimento.
Pero en algún momento un ser humano se inspiró y concibió el cultivo de tales pastos y frutos y entonces estuvo en capacidad de domesticar animales invirtiendo todo el movimiento natural, pero al costo de asumir él tal función.
Porque ahora los animales domésticos requerían de su alimento y atención por mínima que fuera. Podríamos decir entonces que nos domesticamos mutuamente, que cuanto más nos habituamos a una forma de vida preventiva e interdependiente del conocimiento, más nos alejamos y tememos a nuestra anterior forma de vida azarosa desde el enfoque racional.
A partir de allí se creó un centro manifiesto a todo movimiento, un adentro y un afuera, ahora la aldea era la referencia de todas sus actividades, idas y venidas. Y lógicamente empezaron las medidas y los cálculos de los posibles futuros y sus necesidades, pues había que sembrar y cosechar en tiempos precisos y almacenar para conservar lo necesario a humanos y animales en los inviernos.
Ahora todo se percibe antropormórficamente, pues la aldea y sus actividades son el patrón de comparación e interpretación de todo posible acontecer. Los sucesos tienen significados según los intereses y expectativas de la aldea, no son buenos o malos en y por si mismos, sino según como afecten sus actividades.
Es así como entramos en el juego del tiempo a medida que ganamos en capacidad. Porque mientras seguíamos a las manadas no teníamos alternativas, éramos estrictamente dependientes de los acontecimientos, no había posibilidad de prever ni calcular nada a futuro. El futuro comienza o se abre cual posibilidad cuando reconocemos ciclos recurrentes estacionales por ejemplo, y por tanto sabemos que dentro de cierto tiempo volverán las mismas condiciones. En consecuencia podemos proyectarnos imaginariamente, adelantarnos a tal acontecimiento, prever y utilizar acorde a nuestras necesidades esos conocimientos.
Es así como se abre esa posibilidad de movilidad en el horizonte temporal, que no es sino proyección de la imaginación sobre datos de la memoria, sobre experiencias reconocidas. Lo verdaderamente resaltante de todo este acontecer entonces es el despertar de esa función o capacidad humana, que en el mismo ambiente nos abre nuevas posibilidades prácticas, facilita y mejora las tareas necesarias para satisfacer nuestras necesidades.
El movimiento en el tiempo es entonces más bien una función mental, una activación de la conciencia que despierta que un cambio externo, es una acumulación de experiencia que a cierto punto se acelera y da un salto. Afuera nada ha cambiado, pero el ser humano ha descubierto o caído en cuenta de una nueva mirada de su entorno, ha reorganizado, reconcebido el modo en que interpretaba al mundo.
Con lo cual queda en evidencia que la mirada no es la información física de los sentidos solamente, sino lo que la conciencia hace con ella según el nivel desde donde opera, según las necesidades predominantes, según hábitos y creencias, acumulación de experiencias y conocimientos, momento histórico de su economía y cultura.
Tras este breve asistir a nuestro incursionar en el tiempo creo que estamos mejor capacitados para comprender como es el temor a los posibles acontecimientos futuros lo que impulsa el deseo de adelantarse y conocer de antemano los acontecimientos, las leyes que los regulan. También es el mismo temor el que nos lleva a acumular para prevenir posibles carencias y por tanto el que siente y piensa en nosotros, el que desarrolla nuestras actividades y personalidad, el que nos vuelve insensibles a la necesidad ajena y nos aliena de nuestro entorno.
Con la particularidad de que estamos trabajando en un plano imaginario y por lo tanto los temores y los deseos no tienen límite, porque no tienen su raíz en sensaciones específicas del cuerpo. En consecuencia no pueden ser satisfechos, no puede relajarse el dolor convirtiéndolo en placer. Estos sistemas de tensión fijos son los que generan la sensación de temporalidad y se traducen como climas emocionales globales a los que llamamos sufrimiento mental.
Y si el temor al futuro que invadió nuestra mente al incursionar en esa movilidad o proyectar nuestra imaginación, fue el que nos metió en esta trampa mental que no hace sino reproducirlo en cada uno de nuestros intentos, es obvio que será la solidaridad generosa apoyada en la confianza en la vida, lo único que nos pueda sacar de allí.
No estamos por tanto hablando de conocimientos ni erudición, sino de tonos emocionales, anímicos que condicionan todo pensamiento y acción. Si tienes alguna duda intenta pensar desde el temor que te contrae la conciencia y te aliena y luego haz lo mismo desde la generosidad que la amplia y expande, desde la alegría de compartir que te acerca a los demás.
Observa luego sensible y atentamente los resultados de cada tipo de acción y saca entonces tus conclusiones. A mi modo de ver estamos nuevamente en una encrucijada similar a cuando incursionamos en el tiempo, una nueva función está despertando. De allí la conmoción que acompaña todo momento de parto de nueva vida.
Por tanto si de definir la revolución se tratara, más que decir que es esto o lo otro, yo diría que es una página en blanco. Porque no puedes escribir ninguna nueva poesía en una página llena de viejos garabatos. No puede surgir una nueva humanidad de un añejo tropismo acumulado y heredado de generación en generación por siglos y milenios.
De allí la necesidad de que la generosidad ocupe el lugar de los interesados cálculos y negocios, de que el temor se transforme en fe. Porque según cual de ellos sea quien piense, sienta, conciba, manifieste, construya, será el mundo en que viviremos.
Al son de la música de fondo se mueven los bailarines, aunque la ejecuten las manos en instrumentos por ellas construidos, las armonías que mueven los cuerpos brotan del alma. Sin música los bailarines no tienen nada que los una, de hecho dejan de ser bailarines y son reabsorbidos por el silencio.
Al dulce son caribeño responden ondulantes movimientos de caderas y vientres. Un tibio cosquilleo asciende cual bienestar por todo el cuerpo. Al llegar al corazón se convierte en alegre sonrisa y solo a la altura de la cabeza se expresa cual pensamiento. Entonces se abren los ojos y la luz del mundo penetra en la íntima y silenciosa oscuridad.
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