Contra la humanidad
Por: Eva Golinger
La matanza en la Universidad Tecnológica de Virginia, Estados Unidos la semana pasada evidencia una vez más la decadencia del modelo consumista-capitalista que promueve valores anti-humanos.
El asesino era también víctima del maltrato y las presiones del sistema estadounidense. Fue discriminado y aislado por ser inmigrante, y se llenó de rabia y desespero por ser testigo constante de la injusticia económica, social y cultural del capitalismo. Cho Seung-Hui, surcoreano de solo 23 años, cargaba la inhumanidad del neoliberalismo salvaje en sus hombros y la descargó, tomando las vidas de 32 personas inocentes, la gran mayoría de ellos jóvenes de menos de 22 años. No se puede justificar sus acciones como una respuesta adecuada a su sufrimiento personal, pero tampoco su reacción fue tan ilógica e irracional. Un sistema que trata a los humanos como productos sin sentimientos y pensamientos termina convirtiendo a esas personas en cúpulas vacíos que se llenan de terror, miedo, violencia y depresión.
No es primera vez que esto sucede en los Estados Unidos, donde antes decían que las calles estaban “hechas de oro” y “todo sueño era posible realizarse”. Hubo el incidente en la escuela secondaria de Columbine – una matanza parecida a manos de un adolescente – que inspiró al cineasta Michael Moore hacer el documental que ganó el Oscar “Bowling for Columbine”. Y han habido, lamentablemente, docenas de otras tragedias similares en escuelas y lugares de trabajo en los Estados Unidos durante las últimas décadas. No es solo por la facilidad de adquirir un armamento en ese país que lo utilizan de esa manera, realmente se debe al estado de deterioro de la humanidad dentro del sistema capitalista. El consumismo prioritiza lo material encima de lo humano. Lógicamente esta perversión del orden natural causa una desviación monstruosa que resulta en la insensibilización de la sociedad y la alienación.
Casí la mitad de la población adolescente y adulta en los Estados Unidos consume drogas anti-depresivas. Esa epidemia neurótica en gran parte se debe a la falta de comunidad, familia, amor y calor humano en las vidas cotidianas de los estadounidenses y otros que viven en sistemas parecidas. En los viajes que he tomado presentando mis libros y hablando sobre la revolución bolivariana, lo que más inspira los pueblos en Estados Unidos y Europa es la pasión y motivación colectiva que ha impulsada el desarrollo de la revolución en Venezuela. El amor que se transmite y se proyecta a través del rescate del poder constitucional y el amado Presidente Chávez hace cinco años aquel 13 abril, la unión cívico-militar y el sentimiento colectivo de la dignidad humana son conceptos que no conocen en los países capitalistas-consumistas.
Durante mi último viaje por Francia y Bélgica, uno de los temas de mayor interés era el poder comunal. Preguntaban los europeos, ¿cómo funciona este poder? Y ¿cómo se materializará en el futuro? En más de un evento, me preguntaban después si era facíl venir a vivir en Venezuela para los europeos. Muchos se inspiraban tanto con la revolución que estaban dispuestos a dejar sus patrias para unirse con esta batalla desde la trinchera.
El tema de “moral y luces” – la ideología socialista-revolucionaria, la consciencia colectiva, y la educación como prioridad para el desarrollo humano – es fundamental para consolidar la revolución bolivariana. Los viejos costumbres y valores del capitalismo-consumismo aún estan presentes en todos nosotros, a pesar de la voluntad y el compromiso con la revolución. Hay que enfatizar (tanto como lo hace el Presidente Chávez) que la profundización de la revolución no solamente se trata de lo material y lo físico, sino que la parte más importante esta dentro de cada uno de nosotros.
O queremos ser una sociedad de asesinos y víctimas – en lo económico, lo político y lo humano – o luchamos para transformarnos en una sociedad de hermanas y hermanos, comunidades y seres que se responsabilicen por sus acciones y trabajen para el bienestar de todos.
evagolinger@hotmail.com
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