Paren al mundo que me quiero bajar
Qué tal si la vida tiene otro sentido
Escrito por: Arnulfo Poyer Márquez
Un sentido-centro de total paz no contagiable sino desde la mirada. Cada mirada surca júbilo en el roce de la belleza de un nuevo día. ¡Hay amor de miradas! Esa, la transparente que viene de cafetales y no logro vaciar de mi presente, ¡Ni Dios lo permita! Cada animal humano posee el tesoro que reanima la rotación del planeta. Es un sueño que bendice las ganas de ser, la mirada es el café espontáneo que me traes cada mañana.
El mundo si es que tiene dueño, pertenece al que medita. Esto lleva más sentido que el más calculado de los mercados. Aflojar el estómago. Aflojar la garganta. Nunca hizo falta más aire del mínimo que reina en la paz interior. ¡Qué clave tan simple! El cuerpo es instrumento de gratitud. La única guerra permitida es la más dulce de las guerras: Amar como un loco a quien ames. A la hembra hazle inolvidable el día de tu presencia con tus manos. En el placer de la entrega, sorberla en manifiesto inconforme envuelto en bandera de gloria para que llueva mirra y café sobre nuestro pueblo. Eso sí es una guerra.
Verdadera suerte tiene quien medita.
Hubo un pueblo -parte de mi pueblo-, que creyó encontrar la tierra prometida: Aún yerra nómada hoyando el suelo odiando, odiado: de MIEDO, no otra cosa explica tal atómica desproporción, para llorar sobre mi propia tumba con mi hermano semita. Transformé en epicentro la escuela de mis niños al sembrarla de arsenales nucleares. Mis jardines están salpicados, mis flores las abono de esquirlas, son bombas de tiempo firmadas por otros niños, los que se fueron, los que maté. El miedo se adueñó de las hormonas de mis calles. Odio es igual a miedo, lo sé.
Qué tal si salimos de estas arenas movedizas.
AFLOJAR. Aflojar, aflojar. Al hacerlo, se acercarán las luces, sombras. No son tales, Es mi poder que habla en el lapsus permitido. Conocer, amar el silencio. El pájaro que no escucho, siempre estuvo platicando conmigo. Cada viruta en el suelo, es un idioma rítmico que mira en expectativa, me abraza en su mirada: TODO lo imperfecto viene de nuestras manos. Míralo en las noticias de hoy. Tus manos son las mías. La extensión de las mías detrás del cedro de mi bandera, que hoy me esconde de mí también, perdido en el laberinto de una tabla de esmeralda que nunca conocí, arrebatada por David, mi hermano y mi enemigo desde que David fue poseído por Goebbels. Tanto aprendizaje para llegar a eso. Me observo: También soy Goebbels, conmigo, contigo, mitómano desbocado y el auriga, procurando acabarme en un amasijo para garantizar sus oleoductos, estrellas y franjas. Esquizoide tragedia.
Pretendí creer a mis multitudes internas y ninguno de allí tiene un espacio para el descanso. De mis manos brota el error, sea aquí en Nueva Zelandia o aquí en Caracas, la aprendiz revolucionaria. Han errado mis manos, sigo errante, errando, esperando a lo mejor el rayo que elimine mi especie. Que comience por el Mar Muerto, por los niños para irme acostumbrando. Poseo todas las personalidades que mi inteligencia soporte.
Esto he hecho de mi vida. Hoy afligido veo mi tragedia.
El mundo tiene otro idioma. Jamás hay tragedia en él. No conoce el error, mis obras son desafinadas en el nudo que no suelto de mi garganta. No más avatares por favor, veremos cómo nos arreglamos: ¡Cuídate hermano! me digo a mí mismo. Mi sociedad es un compendio de estadísticas de buena y mala suerte que a nadie ocupa. La suerte en mi barrio tiene calibre. La tuya está en que yo no dé en el blanco. Apunto y soy apuntado. Qué pena. Recuerdo hace algunos años que recibí a un hermano en las playas de Paria, alucinó del sabor de mis frutas, mujeres le di que para apaciguar su cansancio y nivelar su amor con el nuestro. Qué descuido, nos cortamos con las hojas afiladas de metal que nos regaló, ofrendas, creo, para sus dioses, los hermanos plateados. Lo peor es que ya antes me había ocurrido, cuando fueron los hijos del Nilo a ganarme para sus tierras.
Qué tal si la vida tiene otro sentido? Hoy, me abruma la tensión cuando veo el resultado de un análisis que no favorece ni siquiera la escuela de mis hijos. La oración debe transitar en otros rieles. Los rieles de la verdad. La verdad es amor donde desembocaremos un día transformados en vino para los amantes, en peces multiplicados para nuestra hambre herida. La ambigüedad que te mantiene con suspensiones, NO existe; el amor es el fiel que no declina ante el más perverso, pues es amor lo que necesita. La geografía humana cavila el cansancio de las agujas, clavadas en cada televidente del mundo y el compendio de mi intimidad no permite captarlo. Ofrendar la vida a una razón justa. Matar la excusa anacrónica. Reunirme para dejar de ser superfluo, sumar, la luz de un candil estremece los auras, el pedido es recibido: Soy hijo de la paz. Soy el confeccionador de la paz. La vela de una vigilia estremece ondas y abrazos, la inocencia no es exterminable. Es intrínseca en Dios. Que iluminen mis candiles el bien que anhela el mundo.
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