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13 marzo 2019

Venezuela post-apagón: Cómo la falla eléctrica hizo que "la realidad del interior" llegara a Caracas

El prolongado corte de energía a casi todo el país, desde el pasado jueves, obligó a muchos venezolanos a ingeniárselas para sobrevivir la contingencia.

En el caluroso estado Monagas, al oriente de Venezuela, José Monsalve, durmió el pasado sábado y domingo en el piso de la sala de su casa: abrió el ventanal que da hacia la calle, extendió un colchón y se acostó con su pareja.

"Era primera vez que lo hacemos, ahí dormimos sabroso, nos pegaba fresco en la madrugada, lo malo eran las plagas (zancudos)", explica con risa.

Temeroso de que se le descompusiera su comida en el refrigerador, Cristino León, en Puerto La Cruz, también al oriente, cocinó los cinco kilos de lagarto de res (un tipo de corte conocido que combina huesos y pulpa). Después que su familia comió, el hervido sobrante lo repartió entre sus vecinos.

"Debió quedar rico porque nadie me rechazó el plato de sopa", comentó.

Algo similar le sucedió Elizabeth García, en el estado Miranda, en el centro del país. Durante el tercer día del apagón, instaló en la acera una olla afuera de la urbanización residencial donde vive, buscó leña con la ayuda de otros vecinos y coció los alimentos (verduras y proteína animal), que podían dañarse por la falta de refrigeración.

"Sin planificarlo, eso fue un sancocho (sopa) comunitario, todo el mundo probó un poquito", relató. García señala que los vecinos de las zonas aledañas hicieron lo mismo y eso evitó la pérdida de la comida que necesitaba refrigeración. "Hasta los perros comieron", comentó.

La vuelta del 'mechuzo'
Con más de 50 horas a oscuras, en el poblado de El Corozo, en el estado Monagas, retomaron el viejo método del 'mechuzo': amarran un pedazo de tela humedecido de gasoil en la punta de un palo de madera resistente, lo encienden y lo fijan en la base de un recipiente de metal.

"Eso alumbra toda la noche, y la llama se queda fija, es una cosa de los viejos (abuelos)", cuenta Leomar Cortéz. El 'mechuzo' lo dejan en un lugar abierto, preferiblemente en el porche, zona delantera de la casa, que da hacia la calle, o también en el fondo del hogar, a cielo abierto.

"Eso sirve para espantar mosquitos y se puede hacer con kerosene", agrega Cortéz, "aquí lo estamos haciendo desde el jueves".




En el estado Bolívar, donde se encuentra la represa de El Guri, que abastece 70% de la electricidad a todo el país y que sufrió un "ataque cibernético", según la versión oficial, Daniela Machado cuenta que aprendió otra técnica para no tener que comprar velas, que ya cuestan 20.000 bolívares (más del sueldo mínimo mensual).

"Pongo un tercio de aceite con dos tercios de agua en un frasco, lo tapo con papel de aluminio y le abro un huequito, por donde paso una mecha de algodón. Una vecina me dio el dato y funciona perfecto. La puse tres horas y resistió más que una vela", cuenta.

"El interior se fue a Caracas"
Aunque las postales más impactantes del apagón se dieron en Caracas, en el interior de país el racionamiento de luz y agua es cotidiano. "A mí no me pegó tanto porque no es algo que nos pase en Bolívar por primera vez, siento que ya estamos acostumbrados a esta especie de dinámica de guerra", cuenta Machado, quien vive en una zona de clase media en Puerto Ordaz. 

Sus hábitos se han modificado al punto que, al menos desde hace un año, ha aprendido a bañarse con cinco litros de agua: "meto una ponchera (recipiente de plástico) en la ducha cuando me baño y el agua jabonosa que reciclo, la uso para bajar la poceta". 

Las contracturas musculares no le faltan. "Cargo tobos, muevo cosas, caliento ollas para cuando el agua está muy fría y solo lavo ropa cuando tengo la suerte de que me pongan el servicio tres horas seguidas. Si me preguntas cuál es mi sueño en este momento, te diría que llegar del trabajo y meterme directamente a la ducha. Me descubrí pensando eso estos días y me dije, '¡qué ridiculez es esa!".

Su hermano, por ejemplo, pone un tobo debajo del aire acondicionado para usar después el agua que bota el desagüe. "Acá los cortes de electricidad y de agua los vivimos hace rato, lo que hizo el apagón fue hacer que el interior llegara a Caracas", sostiene.

Colas para gasolina

Mientras las horas pasaban sin que la luz regresara, largas filas se observaron para abastecer gasolina y gasoil. La dinámica no fue demasiado extraordinaria para los estados fronterizos, donde las colas son parte habitual del paisaje, pero sí lucieron particularmente inusuales en la capital.

La estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) aseguró que está garantizado el suministro y llamó a "mantener la calma" después del apagón, pero la incertidumbre sobre los lapsos de restitución plena del servicio, después de una segunda falla el sábado, no permitieron que amainara la ansiedad de los consumidores en Caracas.

En un café del centro de la capital, Cristina Rodríguez hizo hoy una declaración tajante: "hasta que yo no vea el Metro funcionando, no creo que la ciudad haya vuelto a la normalidad". La restitución del principal medio de transporte masivo ha sido postergada hasta que sea posible garantizar el suministro de energía de alta tensión.

Para los que no tienen carro en la capital, las alternativas de movilidad son caminar o usar las rutas de transporte superficial, que agrupan a proveedores públicos y privados. Pese a que se han incorporado unidades, los autobuses viajan atestados y los usuarios se quejan por los abusos de muchos choferes por el sobreprecio en los pasajes. Mientras, la declaratoria de asueto hasta el miércoles sigue en marcha y la mayoría aprovecha las horas "libres" para otras actividades urgentes: buscar agua, sacar dinero en efectivo, comunicarse con los suyos y comprar comida.

Sin métodos de pago

En los primeros días del apagón, la situación más complicada fue hallar sitios para comprar comida. En Caracas, los negocios solo aceptaban dinero en efectivo: bolívares o dólares. La ausencia de cajeros automáticos en funcionamiento hizo casi imposible adquirir cosas como un kilo de carne o un cartón de huevos con moneda local, así que la opción de muchos fue mercar con divisa estadounidense. Otros tuvieron la suerte de que les fiaran y hasta les regalaran los víveres que corrían el riesgo de descomponerse.

"Acá los comerciantes están haciendo su agosto con nuestra necesidad", se quejaba una compradora en un pequeño local de San Bernardino, en el centro, que solo abría la puerta para dejar pasar a los clientes si confirmaban que tenían divisas o fajos de bolívares en efectivo.

Los pagos en tarjeta y operaciones electrónicas, como transferencias, se mantuvieron paralizados por la caída de la plataforma bancaria, que fue restituida paulatinamente en la capital a partir del domingo. Hoy, el Banco Central de Venezuela (BCV) emitió un comunicado para informar que estaban activos todos los sistemas para efectuar las transacciones, y se observaron largas colas para retirar efectivo en los cajeros.

Las noches más largas

Los problemas de comunicación convirtieron vías principales en estacionamientos, como fue el caso del Distribuidor Altamira, en el este de la Caracas. Por la radio anunciaron que la señal telefónica y de datos funcionaba en ese punto: "Yo vine para decirle a mi hija, que está en Orlando (Florida), que estoy bien. Es que están muy preocupados, no he hablado con ella desde el jueves", narró Felicia Jiménez el domingo pasado, al tiempo que anhelaba el 'check' azul en su chat de WhatsApp. 

Desde el exterior, muchos venezolanos intentaron infructuosamente comunicarse con sus allegados: "Por fin hoy [martes] logré hablar con mi familia en la mañana porque la luz le llegó en la madrugada, pero siguen sin señal de Movilnet [la empresa estatal de telefonía móvil]. Mi hermano lo que hizo fue buscar wifi y hablamos por WhatsApp. No tenía noticias de ellos desde el jueves", cuenta Edgar Romero. Sus parientes viven en El Tocuyo, estado Lara, una de las zonas del Occidente del país que más tardó en recuperar el servicio eléctrico.


Al menos en la capital, el martes ya había buena señal telefónica y el suministro de luz fue más regular (a pesar de algunos bajones de electricidad), pero el temor que persiste en muchos venezolanos, como Daniela Machado, es que las fallas se mantengan: "Es que en estos años hemos normalizado cosas impensables. Yo no quiero que esto se me haga normal, yo me niego a vivir así", dice.

Por lo pronto, la lluvia de señalamientos no cesa. El Ejecutivo afirma que la oposición está detrás del "golpe eléctrico", y el antichavismo, liderado por el presidente de la Asamblea Nacional (AN), Juan Guaidó, acusa al mandatario de "ineficiencia" y "corrupción" para responsabilizarlo de la falla. En medio de la diatriba política, Machado confiesa que pasó unas jornadas angustiantes: "Mis noches fueron las más largas del mundo porque no sabía si al despertar me encontraría con un golpe de Estado o me llegaría la luz".

Manuel Palma

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