Armas de fuego en EE.UU.: un cáncer cultural

Armas de fuego en EE.UU.: un cáncer cultural
Por: Saul Landau

Mi país, un ejemplo singular, es la única nación en experimentar masacres periódicas de gente a manos de asesinos con armas automáticas.
Cuando los familiares de las víctimas se unen para rogar a los legisladores que prohíban la venta de tales armas, otros ciudadanos se levantan airadamente para defender “nuestros derechos de la segunda Enmienda. La Enmienda dice: “Siendo necesaria una milicia bien regulada para la seguridad de un estado libre, el derecho del pueblo a portar armas no será infringido”.


Los argumentos de la segunda Enmienda acerca de tener milicias reguladas, que no tenemos, son usados como argumentos para el temor. Los cazadores no están amenazados por las leyes de control de armas porque ellos no usan fusiles de asalto o subametralladoras –o al menos no debieran usarlos si Bambi va a tener alguna posibilidad y la caza sea realmente un deporte.

Sin embargo, mi ex vecino, que no es miembro de alguna milicia o cazador, alardeó ante mí de que él tenía 25 armas de fuego en su apartamento.

“¿Le hacen sentirse más seguro?”, pregunté.

“Por supuesto”, replicó.

“¿Cómo es eso? Usted no puede dispararle a más de dos al mismo tiempo”.

“Las armas de fuego te dan la sensación de que nadie se va a meter contigo”.

“A mí las armas me hacen sentirme estúpido”, repliqué. “No se puede discutir nada con ellas. Uno dispara o hace como si fuera a disparar. Y el otro le puede disparar a uno”.

La discusión terminó. Mi vecino, como millones de conciudadanos, estaba atemorizado y las armas le hacían sentirse más seguro, como le sucede a los propietarios de armas de fuego en todo el país que dedican tiempo a limpiar y pulir sus armas y su hombría.

Los argumentos de los que están a favor de las armas se refieren al temor a intrusos desconocidos que entrarían a su casa y les robarían, u otros personajes inquietantes que les darían daño si no fuera por su posesión de armas letales.

En otras palabras, a juzgar por el testimonio público de muchos acerca de este tema, los norteamericanos tienen temor, están plenos de preocupaciones acerca de los que no conocen y las suposiciones de que “allá afuera• mucha gente armada les haría daño si no fuera por la protección que ofrecen las armas de fuego,

Si tener derecho a poseer estas armas protectoras también significa que locos asesinos también, pueden adquirir armas de fueron, pues así sea.

La policía, por supuesto, no provee suficiente u oportuna protección contra los desconocidos asaltantes potenciales que vemos en la TV o leemos en las noticias.

FactCheck.org reportó que hemos tenido “130 tiroteos escolares desde Columbine cuyos resultados han sido al menos un estudiante o funcionario escolar muerto o herido”. La policía llegó después del tiroteo.

Irónicamente, muchos jefes de policía desean que exista el control de armas de fuego, porque piensan que al limitar el acceso a las armas se reduciría la posibilidad de masacres como las que hemos tenido en varios lugares del país. Muchos importantes funcionarios de policía defienden controles serios en la venta de armas. Pero, dicen algunos a la izquierda y a la derecha, que tal control gubernamental permitiría al estado opresivo que comete asesinatos alrededor del mundo (en nombre de la libertad y la democracia, por supuesto) a poseer un monopolio sobre las armas en Estados Unidos, la misma identidad que trató de usar el control de armamento para desarmar a las Panteras Negras y otros grupos de izquierda y que asesinó a uno de sus líderes (Fred Hampton).

Los poderosos de la NRA y los amantes de las armas al estilo antiguo ven el control de armas como una concesión a los ñoños liberales-radicales. Ellos exigen acceso ilimitado a todo tipo de arma de fuego para “proteger a nuestras familias”. Irónicamente, la mayoría de las muertes por arma de fuego ocurre dentro de familias propietarias de armas cuando las esposas matan a los esposos o estos matan a las esposas, o cuando uno de los dos usa un arma para cometer suicidio o permite que niño encuentre y use una contra un padre, un hermano u otros niños.

Las armas de fuego equivalen a un cáncer cultural en la sociedad norteamericana, una enfermedad casi incurable, aunque es una enfermedad fomentada por los fabricantes de armas, la NRA y el combinado TV-Hollywood.

En uno de sus últimos argumentos de venta a favor de la violencia con arma de fuego. “El Escuadrón de los Gánsteres” (los bien conocidos actores Sean Penn, Nick Nolte, Ryan Gosling y Josh Brolin) se une para defender la idea de que los policías usen la violencia con arma –sin identificarse como policías– como la única manera de atacar al crimen organizado. En efecto, la fórmula del entretenimiento usa rutinariamente la violencia con armas como el método ideal (si no el único) para solucionar disputas.

Los niños se tirotean, con armas de juguete, cuando juegan a policías y ladrones o a los cowboys y a los indios, y esperan el día en que como adolescentes puedan ser dueños de armas verdaderas.

El cabildo de la caza como deporte concuerda en el valor de los fusiles como medio vital para destrozar a Bambi y a otras criaturas similares que no les han hecho daño. Como estudiante fui a cazar ciervos en los bosques de Wisconsin y vi con horror cómo un grupo de cazadores borrachos abrían fuego a un supuesto movimiento en la maleza. Nadie vio si era una vaca, un humano o un ciervo. Ellos solo dispararon hacia donde había ocurrido el aparente movimiento. Por suerte, solo hicieron blanco en arbustos y árboles.

Amigos que han ido a cazar patos esperan por la criatura alada a que sobrevuele el pantano y entonces abren fuego con escopetas, esperando que las aves caigan heridas por solo un perdigón y no sean destrozadas o rellenadas por el metal –una comida incómoda. Los patos no tienen armas con las que pudiera responder o defenderse. ¡Vaya deporte!

El presidente ha propuesto instigaciones de antecedentes para todas las ventas de armas de fuego, y la prohibición a toda arma de asalto o de tipo militar a los cargadores de gran capacidad.

Timothy McVeigh, cristiano y veterano del Ejército, hubiera sido aprobado para comprar armas, pero él no usó para volar el edificio federal de Oklahoma City. El asunto de las armas va más allá de la capacidad legislativa de EE.UU. Debe reformar una vieja y establecida cultura de armas y muerte, una cultura que el presidente ayuda a conformar cada vez que envía a un drone asesino a matar en otro país a una persona no procesada. Obama pudiera admitir con toda honestidad: “Yo no voy a cambiar la cultura de EE.UU., y en verdad, nosotros somos las armas”.

*Saul Landau no es propietario de un arma, pero ha realizado más de 40 filmes, incluyendo a Fidel y Por favor, que el verdadero terrorista se ponga de pie.



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About Ricardo Abud (Chamosaurio)

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