Vladimir Putin propone una nueva arquitectura económica para Europa
Por: Andrei Fediashin,
RIA Novosti
Los pasados 25 y 26 de noviembre el primer ministro de Rusia, Vladimir Putin, realizó una visita oficial a Alemania.
La visita acaparó la atención de los países europeos, como suele suceder cuando Moscú y Berlín empiezan a perfilar “proyectos arquitectónicos” en Europa. Sin embargo, esta vez la atención aumentó al doble debido a que Alemania es el único país que se está recuperando de la crisis en una zona profundamente afectada.
Los temas de las conversaciones eran de peso, la marcha de las obras para la construcción del gasoducto Nordstream (ya va la mitad, 699 km), las exportaciones de gas a Alemania y a la UE (Francia, Dinamarca y los Países Bajos ya están negociando un aumento de las compras), la entrada de Rusia en la Organización Mundial del Comercio (OMC), el nuevo Acuerdo de cooperación entre la Unión Europea (UE) y Rusia y la supresión recíproca de visados.
Ambos líderes también explicaron las relaciones entre el consorcio energético alemán E.ON Ruhrgas y el consorcio de gas ruso Gazprom. El gigante alemán es propietario del 15.5% de las acciones de Nordstream y Gazprom el 3.5 %.
Citando dificultades financieras, circuló informaciones de que E.ON Ruhrgas, estaba dispuesto a vender su parte en el consorcio por una cantidad de entre los 4.000 y 4.400 millones de dólares. En efecto el consorcio alemán tiene problemas de liquidez pero todavía se desconoce si tendrá lugar la venta y el posible comprador, Gazprom, el banco ruso “VTB-Bank” o algún otro. Este tipo de asuntos se deciden al más alto nivel.
En cualquier caso, E.ON Ruhrgas no abandonará el proyecto de la Nordstream ni perderá su papel como el mayor importador de gas para Alemania. Merece la pena señalar que los rumores sobre la “ruptura” entre los dos gigantes tienen algo de extraño. No en vano la parte alemana hasta este momento no ha hecho comentarios. Además los expertos del mercado estiman que para Ruhrgas no tiene sentido vender sus acciones en la situación actual.
El sendero europeo hacia la OMC
Días antes de la visita de Putin a Alemania, Moscú y la Unión Europea acordaron las condiciones sobre la integración de Rusia en la Organización Mundial del Comercio (OMC), un objetivo que Rusia lleva persiguiendo durante los últimos 17 años.
La correspondiente solicitud fue presentada por Moscú ya en 1993. Merkel y Putin acordaron algunos detalles de “la línea de acción”. La decisión oficial se anunciará el próximo 7 de diciembre en Bruselas durante la Cumbre UE-Rusia. Gracias al apoyo de Estados Unidos recibido el pasado septiembre, Rusia consiguió superar los dos mayores obstáculos en su integración en el club mundial del comercio.
Cualquiera de los 153 países integrantes de la Organización tiene derecho a vetar la entrada de un nuevo miembro. De momento para el ingreso de Rusia a la OMC sólo Georgia se manifiesta en contra Georgia. A Berlín le sería ventajoso “persuadir” a Tbilisi de que cambie de opinión porque la integración de Rusia en la OMC facilitaría el intercambio comercial con un país que es superpotencia en energía y materias primas.
Dos “arquitectos” rusos
En vísperas de la visita a Berlín, Vladimir Putin escribió un artículo para el periódico el Suddeutsche Zeitung, el más importante de Alemania, de orientación económica y liberal.
El artículo no es otra cosa que un nuevo Manifiesto para Europa y Rusia, en el que se expone el esquema de una nueva arquitectura económica aplicable para todos los países del Viejo Mundo. De esta forma, en Rusia hay ahora dos “arquitectos Jefes”: el presidente Dmitri Medvédev, que presentó el año pasado una nueva estructura de la seguridad europea, y Putin, autor de una nueva arquitectura económica europea. Las dos propuestas se encuentran en perfecta interrelación.
Un espacio europeo económico de Lisboa a Vladivostok
El programa formulado por Putin consta de cinco puntos principales: 1. “La creación de una comunidad de economías, que se extienda de Lisboa a Vladivostok”; 2. “La implantación de una política industrial común, basada en la unificación de los potenciales tecnológico y de materias primas de Rusia y de la UE”; 3. “Establecer relaciones de paridad y equilibrio entre los suministradores, los consumidores y los transportistas de los recursos energéticos” (este punto representa un extracto de las propuestas del nuevo Acuerdo en la esfera de energía redactado por Rusia); 4. “La ciencia y la educación europeas deben adquirir posiciones de liderazgo, lo que se podría conseguir mediante una estrecha cooperación bilateral”; 5. “La suspensión recíproca de visados, que debería significar el inicio de la integración real de Rusia y de Europa”.
Merece la pena señalar, que el programa es tan global e innovador, que Europa necesitará tiempo para asimilar toda la información. En cualquier caso, las tendencias del futuro desarrollo de las relaciones ruso-europeas han sido marcadas con claridad.
A día de hoy, Alemania es el sitio más idóneo para introducir ideas sobre la nueva arquitectura económica. En las condiciones actuales de crisis financiera y en un estado de semi-suspensión de pagos en Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia, a la Canciller Merkel ya se le había ocurrido algo parecido, sólo que en términos exclusivamente europeos y no “desde Lisboa hasta Vladivostok”.
Berlín está dispuesto a exigir la introducción en la UE de una disciplina financiera mucho más estricta, lo que, lejos de ser un “capricho alemán”, es una necesidad acuciante. De lo contrario, el euro no tendría futuro, y Berlín iniciaría “una travesía solitaria” rumbo a Rusia y China.
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