El País de Comiquita
Por unos dólares más!
Por: Héctor Acosta Martínez
El proceso de sometimiento, ergo conquista, colonización, nueva colonización y otra vez colonización, ha rendido quinientos años después, unas muy inesperadas consecuencias para el amo opresor, quien confiado en que se desentendería de sus otrora esclavos y siervos, hoy resulta que esos mismos oprimidos de ayer reclaman la paternidad, el reconocimiento y la adopción por parte del padre ultramarino.
La enseñanza de las primeras letras y de las primigenias consejas colonizadoras, han explotado con fuerza 518 años después del primer encuentro o mejor, desencuentro, entre Europa y la o América, ya que la repetición constante y permanente de “el indio es flojo” se colgó como un zarcillo del cerebro de los conquistados, quienes hoy en día ven que hasta el vecino más hostil y de menor desarrollo humano y social está en mejores condiciones que él.
Ese mismo indígena que se creyó el cuento aquel que decía que los negros africanos hubieron de ser traídos a nuestras tierras a trabajarlas debido a la fragilidad, debilidad y flojera del indio autóctono, hoy, formando parte de la etérea clase media venezolana, ve destruída totalmente su autoestima, pero aún con esa pobre autoimagen formada a base de falsas creencias, se dispone a salir del mundo oprimido en el que vive en esta ex colonia y se dirige al mundo del caudillo opresor en busca de la libertad, libertad que siente que escasea en el país que le dio el gentilicio y nacionalidad y que además le garantizó que en sus genes nadara un ADN propio, con una patria igualmente propia, nunca postiza.
La clase media venezolana, más identificada con los blancos peninsulares, que con cualquier otro grupo étnico-social de la época colonial, bajo la cómoda visión de no hacerlo, sino de todo comprarlo hecho, hoy se incorpora a las listas de espera de los países colonizadores, a la espera del beneplácito que le permita ir en busca de la patria negada y esquiva, así sea una patria prestada y a riesgo que por suerte del azar de la baraja, pudiera quedar varada en cualquier aeropuerto del viejo mundo, verbigracia España.
De esta manera, Por unos dólares más, es capaz de atravesar el Océano para irse a abrazar con sus verdugos, quienes la tendrán nuevamente avasallada y sometida, acuartelada y contra la pared, sojuzgada y oprimida y pendiente constantemente de que por una suerte de Ley de Espera y Quita, todos los derechos que pueda adquirir en la patria prestada, , le sean arrebatados y devuelta sin pertenencia y sin vergüenza a la tierra de la que nunca debió salir; pero prefiere, fruto de esa dicotomía ancestral incrustada en su mente, colocarse al lado del conquistador y bien lejos del conquistado; vivir como una winner, aunque éstos la consideren una looser y aparentar un control conductual interno, por encima de sus hábitos externos, dada su histórica comodidad.
Para ella poco importa que el país que la adopte sólo acepte en su sistema educativo a un 30% de extranjeros en sus aulas, total que ella desde el primer día que llegue hará todas las diligencias para obtener la nacionalidad europea. A ella la tiene sin cuidado que el creciente sector ultranacionalista del viejo continente esté constantemente llamando a tener una “Europa para los europeos”. O le importa un bledo, por ahora, que sus hijos se críen en un ambiente en el que se respire cocaína, debido a que snifar el polvillo blanco es de lo más común para la gente de CE, tanto que los estudios hablan de una gran cantidad de Clorhidrato de cocaína (CHC) en las partículas totales en suspensión de la atmósfera cosmopolita española. Tampoco le importa taparle los ojos a sus pequeños hijos cada vez que pase por calles de la metrópoli en la que se practique sexo explícito. Que la llamen sudaca tampoco es su problema, porque lo que es ella aprenderá a hablar el español, sea canario, gallego o catalán, mejor que el mismo Cervantes.
Del otro lado del Atlántico, de igual modo, son conocidos los deseos de esta clase media de atravesar el mar antes de que el monstruo, ser innombrable de la tierra venezolana, acabe con ella y, en este sentido, desde el viejo mundo entran en contacto constantemente con nuestras bellas representantes a través del facebook, del twitter, toda Internet y cualesquiera otras formas de comunicación moderna. Allí se establecen relaciones prematrimoniales que comienzan a concretarse en cuanto el comerciante europeo o asiático viene a estas tierras a probar si la mercancía que le ofrecen por el messenger es de excelente calidad. Algunas tienen la suerte de pasar el control de calidad y se van para esas tierras lejanas convertidas en ciudadanas esposas de algún sortario tío; las que no, seguirán intentándolo hasta lograrlo.
Al igual que en el spaghetti western italiano de los años sesenta, a muchos metropolitanos se les escucha decir al despedirse “ya que allá, en Venezuela, dan cualquier cosa Por un puñado de dólares, entonces, voy, la mato y regreso”
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