Numero 21
Las Líneas de Chávez
Aló, el Sur también existe
Por: Hugo Rafael Chávez Frías
Canto oriental, canto amigo
canto mil veces cantado
suena el clarín de los gallos
cuando la mañana viene
y como dice Benedetti
el canto no se ha acabado
Con estos versos de un cantor del pueblo nuestro, Alí Primera, quiero honrar de nuevo la memoria de otro cantor del pueblo, nuestro poeta y camarada Mario Benedetti, voz y conciencia nuestroamericana. Eso fue, es y será por siempre nuestro amado maestro: canto oriental, canto amigo, canto mil veces cantado, canto de nunca acabar, clarín de todos los gallos anunciando infinitos amaneceres para esta Patria Grande de todos.
Benedetti fue un hombre comprometido plenamente con el socialismo, la voz que siempre se encargará de recordarle al mundo que el Sur también existe.
Nuestro Sur, ahora más que nunca, existe y existirá: tal vez sea nuestro homenaje más sincero al poeta el hecho mismo de que la mala nueva de su partida nos sorprendiera precisamente más allá de las pampas, en el corazón de la Patagonia argentina: allá estábamos, avanzando en el fortalecimiento del eje Caracas-Buenos Aires, carril central de la geopolítica integradora para hacer realidad el proyecto de la gran potencia suramericana.
Como una espiral que todo lo devora, la “crisis perfecta” del capitalismo global sigue avanzando a pasos agigantados, y no sabemos a dónde llegará ni cuándo parará. Sabemos, eso sí, que los remedios y tratamientos anunciados por los países más poderosos del Norte, con su arquitectura financiera y sus políticas hegemónicas, no lograron superar las grandes contradicciones desatadas en el seno del imperio capitalista mundial y que hoy constituyen un verdadero azote mundial.
¿Cuál será entonces, debemos preguntarnos, el verdadero y eficaz remedio para tamaña enfermedad mundial?
No tengo la menor duda y por tanto lo afirmo categóricamente: es Bolívar el principal portaestandarte de las fórmulas salvadoras, es Bolívar el baquiano mayor que se ha colocado de nuevo en vanguardia, doscientos años después.
Desde el Monte Sacro, a las afueras de Roma, comenzó a decirlo, aquel 15 de agosto de 1805 (¡Tenía apenas 22 años recién cumplidos!): “Este pueblo ha dado para todo (refiriéndose a Roma y a su imperio), menos para la causa de la humanidad… pero para la emancipación del espíritu, para la extirpación de las preocupaciones, para el enaltecimiento del hombre y para la perfectibilidad definitiva de su razón, bien poco, por no decir nada”.
Y luego continúa perfilando su utopía, que convertirá en juramento y en razón de vida: “La civilización que ha soplado del Oriente ha mostrado aquí todas sus fases, ha hecho ver todos sus elementos; mas en cuanto a resolver el gran problema del hombre en libertad, parece que el asunto ha sido desconocido y que el despeje de esa misteriosa incógnita no ha de verificarse sino en el nuevo mundo”.
Su pensamiento es profundo, intenso, filosófico, hasta matemático. Y va perfilando desde entonces y hasta hoy, las soluciones a la “misteriosa incógnita”.
Trece años después, desde las riberas del Orinoco y en plena guerra de liberación, Bolívar le escribe al Supremo Director de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Sr. Juan Martín Pueyrredón, ahora sobre el propio y gigantesco teatro de operaciones, de cuyas profundidades emergía un gran parto histórico: “Cuando el triunfo de las armas de Venezuela complete la obra de su independencia, o que circunstancias más favorables nos permitan comunicaciones más frecuentes y relaciones más estrechas, nosotros nos apresuraremos, con el más vivo interés, a entablar, por nuestra parte, el pacto americano; que, formando de todas nuestras repúblicas un cuerpo político, presente la América al mundo con un aspecto de majestad y grandeza sin ejemplo en las naciones antiguas”.
Y concluye señalando magistralmente el objetivo supremo: “La América así unida, si el cielo nos concede este deseado voto, podrá llamarse la reina de las naciones y la madre de las repúblicas”.
¡Vaya qué fórmula, vaya qué baquiano, vaya qué desafío el nuestro!
Y en 1824, el 7 de diciembre, sobre el mapa vivo del nuevo mundo, del mundo nuevo, desde las alturas de Lima, Bolívar continúa inventando la fórmula salvadora, cuando convoca a todos los pueblos de las repúblicas nacientes, antes colonias españolas, al Congreso de Panamá.
“Después de quince años de sacrificios consagrados a la libertad de América, por obtener el sistema de garantías que, en paz y guerra, sea el escudo de nuestro nuevo destino, es tiempo ya de que los intereses y las relaciones que unen entre sí a las repúblicas americanas, antes colonias españolas, tengan una base fundamental que eternice, si es posible, la duración de estos gobiernos”.
“Diferir más tiempo la asamblea general de los plenipotenciarios de las repúblicas que de hecho están ya confederadas, hasta que se verifique la accesión de los demás, sería privarnos de las ventajas que produciría aquella asamblea desde su instalación. Estas ventajas se aumentan prodigiosamente si se contempla el cuadro que nos ofrece el mundo político, y muy particularmente, el continente europeo”.
Y concluye con una especie de profecía conminatoria que hasta hoy nos abarca, nos convoca, nos impulsa: “Si V. E. no se digna adherir a él, preveo retardos y perjuicios inmensos, a tiempo que el movimiento del mundo lo acelera todo, pudiendo también acelerarlo en nuestro daño”.
No hay duda: este es el camino. Hoy apenas si tenemos tiempo, aceleremos el paso, como obligación suprema.
Hacia adentro del país, aumentemos las revoluciones de todas las máquinas en la construcción del socialismo. Y al mismo tiempo, hacia afuera de Venezuela, aceleremos todas las dinámicas integradoras. Citábamos a Perón hace unos días en Buenos Aires: “El siglo XXI nos conseguirá, o unidos o dominados”.
En ese portentoso libro que es “Más allá del Capital”, Mészáros, señala:
“Las crisis son entonces una conminación general que apunta más allá de la presuposición…”. Se refiere a presuposición del mercado mundial como totalidad terminante, como “destino manifiesto”, como inevitable fin de la historia y solución de los males del mundo, para concluir la frase con su visión futurista, transicional, socialista: “Y (las crisis son) el apremio que conduce hacia la adopción de una forma histórica nueva”.
Sin duda alguna, la actual crisis mundial del capitalismo es parte del tránsito hacia esa forma histórica nueva: ¡El socialismo del siglo XXI!
Y precisamente por ese camino vamos, al estar hoy domingo, cuando estas líneas salen al aire, en Quito, esta heroica ciudad capital del Ecuador.
Aquí, donde un pueblo también bolivariano, conducido por el presidente Rafael Correa, también socialista, está en plena revolución ciudadana, bolivariana, sucrista y alfarista.
Hoy es 24 de mayo. Hace 187 años, en las filas del volcán Pichincha, aquella suma de pueblos que era el Ejército Libertador selló la independencia definitiva de todo el territorio que, por ese entonces, se llamaba Quito: aquel 24 de mayo de 1822, Antonio José de Sucre, Mariscal de América, se revelaría como un brillante estratega y un magnífico conductor de tropas. Pichincha fue el luminoso preludio de lo que, dos años después, sería Ayacucho: el dominio español en la América del Sur recibió un durísimo golpe que lo dejaría tambaleante, quedándole solamente el Perú como último reducto. Pero, más importante aún, Pichincha proyecta plenamente su vigencia en el presente suramericano: Pichincha es aquí y ahora fuente viva de inspiración para el cambio de época que nuestros pueblos están haciendo realidad. Pichincha es el compromiso irrenunciable de marchar unidos hacia el porvenir: en el horizonte ya está brillando el sol de nuestra independencia definitiva y comienza a iluminarnos con sus rayos. Y con nosotros y nosotras, van al frente Bolívar, Sucre y Manuela, para abrirnos el camino hacia la victoria final.
Esta semana que recién finaliza fue de grandes satisfacciones, allí donde nuestra industria de los hidrocarburos y metalúrgica se fortalece y alcanza todo el valor estratégico que nunca tuvo para nosotros como nación. En El Tejero, Monagas, tomamos control de las operaciones de compresión e inyección de gas en el oriente del país, y en Puerto Ordaz dimos otro gran paso al frente con la nacionalización de las metalúrgicas y una planta de cerámicas. Como lo establece nuestra Constitución, nuestro Estado se reserva el control de todas las actividades productivas que sean de valor estratégico para nuestra nación. Pero nunca, jamás, en contra de los verdaderos protagonistas de nuestras industrias de los hidrocarburos y básicas: sus trabajadores. En uno y otro sector han salido fortalecidos como consecuencia de un real y verdadero acto de justicia para hombres y mujeres que en su mayoría vivían bajo la humillante condición de “tercerizados”, neoesclavismo que nos dejaron décadas de neoliberalismo. Como consecuencia de estos actos de soberanía, se despeja el horizonte para la constitución del gobierno obrero que poco a poco tomará el control de todas esas empresas. Lo dije en Puerto Ordaz, y de ello estoy convencido: así como Guayana es el Macizo Guayanés, será también el macizo donde asentar la plataforma para la construcción del socialismo con la clase obrera como vanguardia.
Aló Presidente cumplió sus primeros diez años. Gracias a todos y a todas quienes lo han hecho posible. Tú, compatriota, ustedes camaradas, le dan la vida.
Pues que viva nuestro Aló dominguero, alegre y bonito. Para seguir “despejando la misteriosa incógnita”. Allá aquellos con su odio. Aquí nosotros con esta alegría.
¡Venceremos!
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