Se impuso la prudencia donde debió reinar la audacia
Por, Martín Guédez
Tuve un viejo maestro quien ante mis impaciencias juveniles unidas a los desencantos propios del voluntarismo me decía solemne "Si cuando caminas y no alcanzas la meta miras hacia el
suelo y has adelantado así sea un poquito, empéñate con mas ahínco porque vas bien". Visto así lo acontecido en la Cumbre Extraordinaria de UNASUR va bien. Si miramos la actitud de Nuestra América cuando se expulsó a Cuba de la OEA o aconteció la invasión de Bahía de Cochinos y la soledad íngrima de la hermana Cuba ante la agresión ciertamente hemos adelantado y mucho.
Hay tiempos y tiempos. Hay tiempos en los cuales se impone la prudencia pero hay otros en los cuales sólo la audacia conduce al éxito. Este tiene que ser tiempo de audacias, serenas y firmes, pero audacias al fin. No es suficiente con haber apoyado la democracia y condenado la agresión, la violencia y el golpismo en Bolivia. No es suficiente. En la declaración se recomienda el "diálogo" entre la víctima y el asesino. ¿Se podrán negociar los muertos? En la declaración no hay una sola mención el predador mayor, el cerebro macabro detrás de todo el crimen, no se menciona ni por asomo al gobierno de los EE.UU. ¡Cosas de la diplomacia o la prudencia! Ni una sola condena, ni siquiera una ligera referencia al predador asesino.
La instalación de una "Mesa de Diálogo" empuja desde el recuerdo tantos momentos terribles de nuestra propia historia que obliga a no quedar satisfecho sino alerta. Recuerda, por ejemplo, la "Mesa de Diálogo y Negociación" impuesta al gobierno venezolano por los golpistas de abril de 2002 y César Gaviria por la OEA. Producía horror y rabia ver aquellos golpistas y asesinos ofreciendo conferencias de prensa cubiertas por todos los medios en lujosos hoteles, invocando "una salida al conflicto", cuando deberían estar tras las rejas.
Aquellas lluvias trajeron los lodos que todos conocemos. La actitud dubitativa de la Revolución llenó a los asesinos de nuevos bríos. En aquella "Mesa de Diálogo" se sembró la terrible semilla del cruel, atroz, brutal y desalmado sabotaje petrolero. En Santiago estoy seguro que Chávez y Correa dieron la pelea. No les cabe ni un reproche. Pero también puso al descubierto de que, a pesar de lo conquistado en el ámbito de nuestros presidentes suramericanos no es oro todo lo que brilla y hay mucha vacilación. ¡Vacilar es perdernos… y en Santiago algunos vacilaron!
Vendrán nuevos escenarios, nuevas batallas y debemos seguir dando la pelea. Tenemos Patria Grande o no tendremos ninguna es mucho más que una consigna. ¿Qué nos importa –expresó el Libertador horas antes del 5 de julio- que España venda a Bonaparte sus esclavos o que los conserve, si estamos resueltos a ser libres? Esas dudas son tristes efectos de las antiguas cadenas. ¡Que los grandes proyectos deben prepararse con calma! Trescientos años de calma ¿no bastan? "Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana: vacilar es perdernos. Hoy, al igual que ayer, la historia nos coloca ante una nueva disyuntiva: conquistamos la libertad o nos sometemos. La derecha no se detendrá con resoluciones, a la derecha sólo la detiene el miedo al pueblo organizado y la contundencia.
¡CONCIENCIA Y COHERENCIA RADICAL!
Nuestras primeras necesidades.
¡VENCEREMOS!
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