Cuando la vida toma otros caminos
Michel Balivo y J. Kalvellido
(Irreverencia ante la solemnidad de lo que muere)
Michel Balivo y J. Kalvellido
(Irreverencia ante la solemnidad de lo que muere)
En estos días el escenario político venezolano ha elevado su temperatura. Porque el pueblo debate en todos sus espacios reapropiados, la reforma constitucional que se someterá a referéndum el 2 de diciembre para viabilizar y profundizar la revolución. La oposición como siempre no tiene representantes, porque se pelean entre ellos. Ni propuestas alternativas.
Porque solo intentan boicotear, alterar, gestar violencia a como de lugar, robar cámara para figurar, promover shows mediáticos para exportar, ya que han abandonado toda otra vía de comunicación con su pueblo. Mientras promueven la abstención, intentan disfrazar sus verdaderas intenciones con discursos de tolerancia, participación de todos y reconciliación.
En estos días uno de los ministros del gobierno les respondía que la única reconciliación que quiere y acepta la gran mayoría, el pueblo venezolano, es la libertad e igualdad de derechos económicos, sociales y políticos que hasta ahora les habían sido negados.
Se hace posible dar una respuesta esclarecedora como esta, que desnuda de disfraces todo el vacío y viciado viejo discurso político, que pretende seguir ofreciendo espejitos de colores y cambiando lo necesario para que todo siga igual, porque ya van para nueve años que se implementa una dirección estratégica de hechos que amplían la democracia representativa.
Este no es solo un fenómeno venezolano, ya que tanto en Brasil como recientemente en Argentina se han reelegido gobiernos que más o menos, poco o mucho, han comenzado a devolver al pueblo los derechos de sus históricas luchas, que sobre todo en las últimas décadas les fueron expropiados por el camino de privatizaciones y flexibilizaciones laborales para favorecer la llegada da capitales extranjeros.
Se supone que los capitales prefieren la estabilidad y el orden de democracias estables, con lo cual se alude a que los pueblos ya no tienen derecho a reclamar sus condiciones crecientemente deprimidas de vida, so pena de que tales capitales los castiguen no viniendo o yéndose.
Estos capitales como las leyes del mercado parecen ser semidivinas y todopoderosas entidades abstractas, alimentarse de la propiedad privada y el sudor ajeno, no tienen cara ni personalidad y por tanto no necesitan dar explicaciones de sus motivaciones morales ni hay a quien reclamarle.
Estas reelecciones de opciones superadoras en una u otra medida de la dirección anterior, demuestran entonces que si bien somos lentos para aprender, no somos tan estúpidos para ser engañados y manipulados eternamente en favor de intereses ajenos a los nuestros, como parecen creer las élites que se han beneficiado por siglos y milenios de nuestro trabajo.
Sin embargo, dada la ampliación efectiva de los derechos democráticos, es en Venezuela donde se evidencian una serie de fenómenos que tienen atónita a la opinión pública nacional y mundial. Es por ello que los que participamos atentamente en la revolución bolivariana, hoy podemos reconocer la evidencia de lo que conecta subterráneamente todo este acontecer.
La clave es “la ampliación efectiva de los derechos económicos, políticos y sociales”, que implican un paso adelante en las tan mentadas y tan pocas veces llevadas a los hechos, libertad, justicia, igualdad. En otras palabras el ejercicio de transferencia y apropiación del poder real y concreto para y por el pueblo.
La libertad, la justicia y la igualdad como el poder, tampoco son entidades abstractas y despersonalizadas como nos han hecho o hemos querido creer, sino algo muy concreto, práctico y necesario en las actividades cotidianas. Son las posibilidades y el alcance de las alternativas que cada cual ejercita para satisfacer sus necesidades en convivencia social.
Si se centraliza, institucionaliza, apropia y expropia las decisiones del colectivo en todo aquello que los incumbe y afecta, entonces lógicamente el poder de decisión sobre la vida de las mayorías en manos de las minorías, hace surgir la versión de la peligrosidad del poder. Con cuyo fantasma hoy intentan asustarnos nuevamente para mantenernos alejados de nuestras funciones y derechos naturales.
Tú, yo, nosotros, como seres humanos que somos, como herederos de una historia, economía, cultura, un cuerpo y una siquis evolucionados y a las puertas de revolucionarse, ejercemos naturalmente la función de la decisión en todas nuestras actividades.
Pero históricamente algunas personas, aún cuando nos dicen que son las instituciones, se han asignado “el derecho de decidir” delimitar, de preestablecer el alcance o amplitud de ese campo decisivo para los demás. Por lo cual el ejercicio de aprendizaje y práctica de nuestras decisiones, es decir la educación formativa de nuestras personalidades cual fruto de la evolución, nuestros hábitos y creencias, han estado delimitados y viciados. De donde ese poder se ha mantenido para la mayoría en el limbo de las entidades desencarnadas
Sin embargo cuando ese poder de decidir y elegir libremente entre alternativas, es ampliado como hoy sucede en el proceso revolucionario que nos hemos decidido dar, permitiendo crecientemente la igualdad de posibilidades, es decir la justicia, entonces el uso del poder se convierte en el único fundamento posible de la paz y la felicidad social, colectiva.
Si las mayorías expropiadas históricamente se están reapropiando del poder que les corresponde en todas las áreas de expresión de sus actividades, las élites que lo usufructuaban han de estar necesariamente cediéndolo o perdiéndolo. Por lo cual no es de extrañarse que en la falta de argumentos recurran a la violencia alteradora del orden.
Menos extraño aún resulta que ante la pérdida de credibilidad de las viejas élites políticas desplazadas, afloren aquellos que compartían ese usufructo de poder. Así las jerarquías católicas, los claustros universitarios, los privilegiados económicamente, los políticos arribistas y clientelistas, saltan al estrado de los medios de comunicación para montar el show mediático, intentando activar los demonios del temor al fantasma del poder que ellos mismos impusieron.
Comienza a desentrañarse además que forman una bien organizada y aceitada red internacional de corporaciones, que se ven obligadas a quitarse las caretas y hacer evidente por quién toman partido y cuales son sus verdaderas intenciones e intereses. En esencia solo se trata de instituciones y personalidades antidemocráticas, discriminatorias, impositivas.
En las relaciones, en los hechos, tenemos que hablar necesariamente de funciones estructurales que operan en simultaneidad. Por lo cual si las instituciones y personalidades participativas y protagónicas ganan terreno apropiándose del uso de sus derechos económicos, políticos y sociales, las viejas instituciones han de estar perdiendo ese terreno y siendo desplazadas camino de su desaparición. Justamente a eso le llamamos evolucionar, dar un nuevo paso en cuanto a los derechos universales del ser humano.
Así el núcleo esencial del presente acontecer venezolano, continental y mundial, comienza a evidenciarse lisa y llanamente como la ampliación del poder efectivo personal y colectivo de decisión sobre todo aquello que afecta nuestras vidas. Así como la resistencia de las minorías que lo tenían secuestrado e imponían instituciones representativas y antidemocráticas.
Y si ya no tiene sentido seguir viendo facciones opositoras, porque simplemente se trata de la reacción de las minorías que ostentaban y usufructuaban ese poder secuestrado, enclaustrado. Tampoco lo tiene seguir hablando de minorías de género, raza, clase, cultura, religión, explotadas, como si una vez más fuesen entidades independientes con movimiento propio.
Son, somos todos y cada uno simplemente funciones sociales especializadas, privilegiadas o discriminadas, de un modelo de organización social representativo. Los opositores de este nuevo paso evolutivo que avanza a galope triunfal, que sopla por el mundo con la fuerza de los vientos de la victoria, pretenden descalificarlo llamándolo sueños utópicos.
Yo quisiera recordarles que el modelo social que ellos representan y defienden, así como el que superaron en su momento, fueron en su inicio sueños utópicos que se abrieron camino por ser un paso superador de lo anterior, por ser más afines con la sensibilidad predominante. Y son y serán siempre una vez más desplazados por nuevos pasos evolutivos.
Son como primaveras que despiertan de la hibernación, como tiernos brotes en que la vida se abre camino desde dentro de los brotes de la primavera anterior, ahora leñificados. Son como las nuevas generaciones que remozan la vida y desplazan a las anteriores ya anquilosadas.
Querer comprender esto desde fuera es igual que pretender entender la transición adolescente por los conflictos conductuales con las viejas generaciones, personalidades e instituciones formadas en un modelo anterior. Sin apercibirse del poderoso flujo de energía sexual que irrumpe en el organismo alterándolo, generando poderosos sistemas de tensión que han de encontrar de un modo u otro, formas de expresión dentro de un medio anquilosado y resistente.
Porque a diferencia del reino vegetal el humano se mueve intencional y elegidamente hacia objetivos futuros, generando hábitos o inercias en la dirección desarrollada. A lo cual llamamos historia. Por eso romper o cambiar de dirección la inercia del modelo heredado exige activación de la conciencia, conocimiento, decisión y voluntad, en otras palabras, acelerar el ritmo evolutivo, revolucionarse.
Antes o después y en la medida de nuestra comprensión y decisión, quedará atrás el viejo modelo para que todos nos beneficiemos de las ventajas del nuevo. Habrá mayor o menor conflicto en tal transición, en la medida del número de personalidades que identificadas con lo que inevitablemente muere porque su hora llegó, se resistan a dejarlo ir.
Pero comprendiendo lo esencial de este fenómeno que sucede a grandes ciclos, generando siempre las mismas coyunturas históricas de decisión y libre elección, debatiéndolo en todos los niveles y espacios sociales, comprendiendo que sucederá de un modo u otro y no lo evitarán los intereses, pérdidas o ganancias inmediatas, es mucho el sufrimiento y la violencia inútil que podemos ahorrarnos.
Para quien observa atentamente la historia desde esta perspectiva, comienza a quedar claro que desde los 60´s comenzaron ya a manifestarse y evidenciarse estas dinámicas intergeneracionales, intensificadas por la acumulación y aceleración de conocimiento que propició las revoluciones económicas y culturales, que cambiaron la faz de nuestro hábitat y vidas.
Desde entonces y pese a las declaraciones de los eruditos de siempre, de que no se trataban más que de cosas de muchachos rebeldes de todos los tiempos que volverían tarde o temprano a la “normalidad”, las cosas no han cesado de cambiar y sorprendernos. Ahora podemos reconocer que en el fondo todo se trataba de un nuevo renacer de la vida, de un nuevo paso en la ampliación de la libertad de elección.
Por eso así como las olas desechan en la playa todo lo ajeno a su naturaleza y vuelven a hacerse uno con las profundidades del océano sin ni siquiera mirar atrás, hoy estamos en capacidad de sonreír quitándole dramatismo y solemnidad a todas esas actitudes nihilistas, enemigas de la vida. A esos terrores apocalípticos que nos hacen ver los fantasmas del fin de la historia, de la vida, ver a la muerte en todo recodo o esquina de la historia.
Porque hoy ya estamos en capacidad de saber que la risa es el movimiento de nuestro intracuerpo que dinamiza y conmueve las rigideces, las tensiones musculares y viscerales fijadas en el ejercicio de un modelo violento que negaba la justa libertad inherente a lo humano, haciendo imposible vivir la plena humanidad, es decir, la paz, el equilibrio.
Hoy ya estamos en la capacidad de discernir que la muerte no es un desenlace final fortuito, azaroso, un atemorizante espantapájaros vestido de negro que nos espera en el futuro paralizando nuestro presente. Sino que morimos o vivimos en cada acción generosa o egoísta que afirma o niega la libertad propia y ajena. Es decir, construimos aquí y ahora, elegidamente, nuestro destino.
Para quienes comenzamos a comprender los rudimentos de todo este acontecer, se nos hace evidente que aún los sacerdotes están eligiendo, tomando posturas a favor o en contra de las elecciones de la gran mayoría de pobres que dice la iglesia defender. Ellos también piden a las cúpulas eclesiásticas reflexionar y ajustarse a las exigencias de los nuevos tiempos que corren.
Ellos también piden libertad de participar, elegir, decidir, piden democracia a una institución jerárquica y clasista de 2000 años de tradición y anquilosamiento, que siempre ha estado de parte de los poderosos para defender sus propios privilegios.
Pareciera pues que también los sacerdotes han de hacer sus libres elecciones y que ni la iglesia podrá quedar sin revolucionarse, cuando es justamente el poder de decidir como queremos vivir lo que está en juego. Instituciones antidemocráticas que se declaran herederas del saber y el poder, versus seres humanos que se declaran inteligentes, afectuosos, concientes y deseosos de asumir sus derechos y deberes sociales, parece ser el tema.
Esa es la apuesta. Eso es lo que está en juego. Ese es el alcance de la revolución. En sencillo llegan coyunturas históricas en que nos encontramos en la encrucijada de obedecer a las instituciones heredadas, que es lo mismo que decir a las creencias y hábitos desarrollados en el ejercicio de vivir sujetos a y condicionados por esas instituciones.
O ser fieles a lo que nos dice nuestro corazón, nuestra sensibilidad. Entonces la revolución comienza por el cambio de las personalidades formadas dentro de la presión de tales instituciones. Y ha de continuar lógicamente por la concepción e implementación de nuevas instituciones acordes con nuestro sentir y conductas, dejando atrás todo aquello que se ha vaciado de contenido, que ha perdido sentido y valor, siendo superado por la vida.
Así como el sacerdote fiel a lo que predica ha de enfrentar sus temores a perder su seguridad y comodidad para acompañar a su pueblo, al cuerpo de fieles, que es lo que realmente significa el término “Eclesia”. Del mismo modo todos y cada uno hemos de decidir dejar atrás todo lo que nos limita y contradicciona del ejercicio social al que nos habituamos.
Y para poder hacerlo el único modo es dejar de confiar en la seguridad de las “instituciones madres”, (y donde hay madres es porque hay niños que tarde o temprano han de crecer), para confiar y apoyarnos en algo tan sutil e intangible como la fe en nuestras fuerzas, capacidades, en la vida.
Por eso la revolución no puede ser sino un reverdecer primaveral en que la savia brota desde la fuente profunda de vida, renovando lo que fueron tiernos brotes que fructificaron en la primavera anterior, pero ahora están leñificados. Porque es en el contexto de cíclicos inviernos y primaveras como la fluyente savia se renueva en las formas para dar más abundante fruto.
PD: Pido disculpas a los que aún intentan comprender y explicar la realidad con la razón como única herramienta. Pero cada vez estoy más y más convencido que elegimos opciones políticas, económicas y sociales, del mismo modo que elegimos un equipo de fútbol o béisbol. Es decir visceralmente, por simpatía a unos que implica automática antipatía por otros.
Y la base de todo ello son los fantasmas que nos enseñan desde la tierna infancia a amar, desear o temer, rechazar y evadir. Esas sombras que operan luego desapercibidamente por el resto de la vida, excitando o atemorizando emocionalmente nuestras conciencias y cuerpos como tan en evidencia queda en las reacciones automáticas de la masa.
Esa temprana fractura de lo emocional con lo racional en la conciencia, esa alienación entre la conciencia y el mundo de las relaciones, son los vacíos y sensaciones de separación, soledad, abandono y desatención, que luego intentamos llenar de tantos modos que ni siquiera reconocemos ni mucho menos cuestionamos.
De ese modo al afán de riqueza, aceptación, reconocimiento, pertenencia, seguridad, perfectamente podríamos llamarle temor que escapa instintivamente a como de lugar, de los fantasmas de la pobreza, rechazo, desinterés, abandono, desorientación, incertidumbre, falta de sentido de la vida.
Ninguno de estos automatismos que se esconden tras racionalizaciones y se disfrazan según las modas de cada época, es comprensible desde una mirada superficial hipnotizada con creencias e ideologías, ni mucho menos resulta posible sanar esas tempranas heridas de la tierna sensibilidad, sin modificar las prácticas discriminatorias sociales generadoras de violencia, no solo física, sino sobre todo íntima.
Solo el firme intento de una práctica solidaria en lo cotidiano, puede ponernos en evidencia todas las resistencias y justificaciones que cada uno experimentamos para llevarlo a cabo, así como la necesidad de corregir acto tras acto, esa herencia que condiciona y determina nuestro futuro, para ir abriendo una amplia avenida allí donde nos encarcelaba un estrecho callejón, para ir liberándonos de aquellos fantasmas que se nos imponían sin siquiera reconocerlos.
Una vez que los ves, que los objetivas, entonces comienzan a hacerse superables y van dejando ya de sugestionar, de ilusionar la conciencia. En estos delicados terrenos vale más un abrazo afectuoso de inclusiva aceptación y un acto solidario, que mil palabras de un sermón moral que amenaza con futuros castigos, obligando a seguir construyendo fantasmales mundos en abismadas soledades.
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