¿Qué vale tanto como para destruir la democracia costarricense?

¿Qué vale tanto como para destruir la democracia costarricense?
Por Mariano Figueres Olsen

Es prudente no olvidar la historia. El análisis de los procesos pasados arroja luces vitales en cuanto a lo que se puede esperar. En derecho se llama concatenación de hechos. En política de la vieja se llaman jugadas con movimiento de cintura. En lenguaje de costarriqueñismo se le llama conocer la tusa con que me rasco.

El régimen que de momento está en el poder fue gestado mucho antes de mayo del 06. La estrategia arista siempre ha sido la misma: acomodar las estructuras legales para beneficiar y viabilizar las intenciones del momento. No les importa el costo social ni la tierra quemada, premios suficientes son el ego y el lucro. El olor a azufre comenzó a sentirse a mediados de los 80, cuando se engordó la vaca en potrero ajeno, y un partido político social-demócrata tuvo un candidato, luego Presidente, que representaba y vigilaba con celo solo el interés del capital sin conciencia social. Casi cuarenta años de desarrollo económico con justicia social fueron echados al despeñadero. Las herramientas para el desarrollo deben cambiar, acorde con las necesidades estratégicas del momento, pero los principios de progreso solidario e inclusivo deben ser base fundamental de cualquier modelo de crecimiento costarricense. Ese fundamento ideológico se descarriló en la pre-campaña del 85, y ahí, en ese momento, el país perdió el rumbo.

El hedor a azufre aumentó a principios de los 90. Para esa época, las ansias por volver al poder se veían en la manipulación de pre-candidaturas, en la infamia y calumnia con siembra de pruebas falsas contra algunos adversarios políticos, y en el enlodamiento oportunístico del nombre de otros. Las prácticas de “política sucia” y la “corrupción a voces” hicieron del noble acto de servir, algo desdeñable para la mayoría de ciudadanos, y más grave aún, para las nuevas juventudes. Siguieron luego los intentos aristas por lograr la posibilidad de re-elección, que no era negativa para el país por sí misma, pero definitivamente nunca es sabio cambiar el orden jurídico por ningún nombre y apellido específicos. De nuevo se acomodaban las cosas para las intenciones del momento. Todas estas nefastas acciones fueron desestimadas por los observadores del quehacer político como simples delirios etílicos. Error. La bestia de la oscuridad apenas enseñaba las garras.

Las llamadas telefónicas nunca investigadas relatadas por un ExMinistro de renombre, nos llevaron al golpe de Estado técnico de la aprobación a la re-elección. Se pulverizó la confianza en el sistema judicial, por el interés del momento, pero la mesa quedó con mantel, aunque los comensales no serían las mayorías del país. Los usurpadores de la bandera social-demócrata tenían que ir solo a cocinar. De inmediato se articuló el secuestro del partido verde, pues de nuevo se requería aprovechar la plataforma económica de deuda política, y la bandera otrora gloriosa para esconder las verdaderas intenciones, esas de vacío ideológico pero con contenido de lucro y vanidad personales. Con absoluto descaro se acomodaron las instancias de tribunales internos de manera que fueran serviles a las intenciones del momento. Se articularon los procesos internos con fraude, sí, en el partido que nació de las armas y la sangre derramada por defender la pureza del sufragio, y a quienes denunciaron con pruebas se les envió al tribunal de ética. Ultrajaron por todos los medios al partido de más aporte a la democracia costarricense, pero solo les importaba que había candidato, con garras y emplumado, por propia confesión.


La campaña verde y blanco fue una ofensa a la inteligencia básica y un altar a la vieja politiquería. La unión libre con la imprenta llorentina, enemiga a mucha honra de los verdaderos social-demócratas, el miedo y la negación al debate, la manipulación con millonadas de orígenes posible y nuevamente inconfesables, la demagogia nauseabunda, y el ninguneo persistente a los adversarios políticos marcaron y permearon su estrategia. El plan de régimen era conocido: 40 Diputados + TLC + Atracción de Inversiones “con el prestigio de Oscar” + 8% del PIB a la Educación, puesto que siempre es útil una bandera de demagogia, como lo fue la vivienda 20 años antes. Los aires de grandeza aterrizaron la noche de las elecciones: empate técnico, y no suficientes Diputados. Los cuestionamientos al proceso eleccionario en todo el territorio nacional, nunca aclarados, se desvanecieron ante el doloroso temor que sentimos los ticos cuando nos asoman la palabra fraude, y ante la falta de contenido “pantalónico” de los líderes del momento del principal partido de oposición. Se fracturó la fe en el sufragio, por el interés del momento.

Presidencia, ilegítima, con el apoyo de menos de uno de cada cuatro Ticos, pero lograda. Ahora sí, el plato servido, y a comer. La estrategia de gobierno del pasado, exitosa a los intereses de los menos, se profundiza y convierte en estrategia de régimen: cuidar, atender, y manipular imagen con equipos especializados, buscar dividir cualquier oposición con negociaciones separadas, cualquier arma aprovechable en el amedrentamiento de opositores, uso de la seguridad del Estado en espionaje político, todo para lograr sus objetivos, los del momento. Esto no es Costa Rica. Efectivamente es un régimen. Pero pasaron los meses y este pueblo valiente no se acostó en el potrero a recibir un TLC por no ser ni libre ni de comercio. Fue aumentando el conocimiento del nefasto tratado y se le complicó el juego a los secuestradores ilegítimos del poder.

Quienes proponen que los problemas de la democracia se solucionan con más democracia, tienen en eso un argumento sólido. El régimen no lo ve así, y seguimos perdiendo a Costa Rica. Avanzan los meses, se deteriora nuestra democracia, y como es un proceso gradual, parece que nos vamos acostumbrando, pero no debemos seguirlo aceptando. El régimen ahora hasta cierra programas y segmentos de opinión en todos los medios que le sea posible. Cada vez hay menos libertad de expresión. El mensaje que recibe la gente de los medios abrazados al poder, únicos autorizados a subsistir y crecer, es cada vez más parcializado y embrutecedor. La intromisión en los otros Poderes aumenta. En la Asamblea los atropellos ya son normales. La Contraloría es solo resorte directo del Ejecutivo. Se desarman instituciones como el CNP y el IDA por intereses del momento. Al ICE le socan las amarras anunciando al pueblo lo contrario, y lo van desmantelando desde adentro. Colocan gente “clave” dentro de las instituciones del Estado para desestabilizar su desempeño, y prepararlas para la piñata de la venta. Persiguen, desacreditan y reprimen a los movimientos sindicales y laborales que no se vendan o arrodillen. Cualquier oposición civil es acusada de extremista, de ser financiada del exterior para desestabilizar el país, y de ser “socialista trasnochada”. Manipulan todo lo manipulable, por el interés del momento. La institucionalidad del país está resquebrajada. Miente, miente, que algo quedará; ¿Goebbels o el régimen? ¿Y de donde vendrá la plata para tanta propaganda, y para los salarios de los “negociadores”? El Embajador gringo se comporta como si estuviera en Texas, y los “iluminados” locales solo se agachan. La Guardia Civil, compuesta por hermanas y hermanos del pueblo, es usada para despliegues militares ofensivos y nunca vistos, so pretexto de la seguridad personal del rey. Y lo saben hacer bien. Los medios “autorizados” los apoyan. Que sean nefastos no quiere decir que sean tontos.

Todo esto, ¿con qué intenciones? ¿Con qué interés? ¿Qué sigue? ¿Asesinatos políticos? ¿No es que hay más cosas en qué trabajar por el país fuera del “azufreano” TLC? El régimen ha perdido de vista lo fundamental: la Patria.

¿Quién quedará en palacio cuando no pase el tratado?
¿Qué vale tanto, pero tanto, como para destruir las raíces mismas de la democracia costarricense?



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About Ricardo Abud (Chamosaurio)

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