DE TORTURAS, PRESOS POLITICOS Y LIBERTAD DE EXPRESION
Escrito por: Franco Munini
Maruja es profesional, casada con profesional, ambos trabajan para mantenerel status de clase media que ese viernes negro de febrero 1983 se hizoutópico para los ilusos venezolanos. Cada mañana enciende la TV y mientrasdesayuna recibe las primeras dosis del veneno que amarga su vida a través delos programas de opinión sobre el "régimen" y sus felonías. Sale al trabajoenfrentando el tráfico urbano y mientras oye por radio más de aquello sumaquillaje no logra cubrir la mueca de los labios contractos en un rictus defuria contenida. Sólo se reúne, en el trabajo y en el edificio donde vive,con gente que comparte ese estado de ánimo, gente que tuerce la cara al oírel fonema que más se escucha en este país: "CHAVEZ". Al acostarse recuerdalas marchas, el golpe, el paro, los planes de contingencia del condominio,las compras nerviosas y todas las oportunidades en que pensó que acabaría supesadilla, y antes de dormirse gracias al somnífero recomendado en esosprogramas murmura exhausta: "¿cuándo le meterán un tiro a ese X#@?"
Cuando la guarimba, Maruja y su marido tuvieron que tragarse el humonauseabundo de los cauchos y la basura que su hijo con los demás héroes deLos Palos Grandes prendían en la barricada de la esquina; no se atrevió a ira la clínica cuando el asma la asfixiaba porque no había forma de salir deledificio, so pena de ser agredida por sus propios vecinos.
Maruja es una prisionera política. Aunque quisiera no podría expresar uncambio de opinión política porque perdería su trabajo, sus "amistades", sus"vecinos". Su contacto con el mundo es mediático; se hizo adicta al odio ynecesita dosis cada vez mayores de él. Ya no percibe la diferencia entre elbien y el mal, viste de negro y se siente orgullosa de que le diganescuálida, cree que el imperialismo es un invento que le meten al populachopara alejarla de sus supuestos salvadores. La tortura de su videopatíaparanoide le secó el amor, su marido toma esos remedios contra la disfuncióneréctil que anuncian en esos programas, pero el placer se le niega porque nopuede dejar de odiar: su vida es un asco cada vez más profundo, y susiquiatra (escuálido) enriquece.
Yumelis trabaja como doméstica en la casa de Maruja; tiene 26, un hijo entercer grado en una escuela bolivariana, la abuela lo cuida cuando regresade clases; el padre se fue a malgastar su vida en licor y loterías. Yumelisnunca habla de política con Maruja, solo dice sí señora, lava, plancha,obedece y cumple y traga grueso cuando la señora se pone furiosa, y sonríepara sus adentros porque la señora Maruja no sabe que en su humilde casitaestá un velón prendido en la sala entre el retrato del Dr. José GregorioHernández y el afiche de Mi Comandante.
Yumelis es también víctima de sus ideas políticas porque aunque tiene elcorazón lleno de esperanza, su niño estudiando y ella trabajando, se aterracuando ve las noticias y la propaganda que ponen durante la novela, que sinos van a invadir como en Irak o Colombia, se angustia cuando hay marchas deescuálidos porque nunca se sabe en que van a parar; le molesta que muchascosas no han mejorado porque como que sigue habiendo corruptos y malandraje,y lo peor es que va a tener que votar de nuevo por ese alcalde inútil porquesi no el proceso se cae y con el pasado no quiere nada.
Ni Maruja ni Yumelis fueron nunca atacadas por el gobierno; el terror quelas atemoriza se genera en los espacios mediáticos, y es promovido porquienes les niegan el acceso a la verdad, al conocimiento, al espíritu desolidaridad tan necesario para construir un país en el que cabemos todos;son aquellos que, creyéndose dueños de todo se apropian de las mentes delcolectivo a través de los mensajes que les envían.
No dejemos que nos engañen ni que engañen al mundo: que la verdad sea dicha.Sobre todo, no dejemos que sigan enfermando a los venezolanos con angustias,temores y odio. Luchemos juntos por la verdad y la justicia para todos.
ING. FRANCO MUNINI.
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